Oficial: Alan Pulido es el segundo refuerzo de Chivas
El hartazgo llegó a su límite. Hace cuatro años, Chivas estaba en lo más alto del futbol mexicano. Con Matías Almeyda como entrenador, se había construido un equipo que levantó cinco trofeos en menos de tres años. Y muchos pensarán que de entonces para acá no es tanto tiempo de malos resultados como para que los aficionados estén tan molestos. ¿Qué les lastima tanto?
Se pueden enumerar varios factores: los malos resultados, la falta de refuerzos, la inexistencia de una identidad futbolística visible, las constantes ausencias de Liguilla, el brillo de sus jugadores con la camiseta de la Selección, pero no con la del Guadalajara, la desconfianza en un proyecto que ahora apuesta por la cantera, la nula acción por parte de la directiva para buscar soluciones…
Muchas son las razones. Pero hay un factor en especial que resulta lacerante para los aficionados: la indolencia. Si alguien lo preguntara, desde mi perspectiva eso es lo más indignante del momento actual, ver a los encargados de defender un escudo sagrado, total y absolutamente indolentes ante una situación que a millones de personas sí les lastima.
Eso se traduce en una falta de empatía que produce una ausencia preocupante de identidad. ¿Un aficionado dolido por el momento que vive el Guadalajara, cómo puede identificarse con los protagonistas si no siente que compartan su mismo dolor? Claro que lo que cada jugador, directivo o entrenador lleve por dentro solamente ellos lo saben, pero si acaso cargan también con ese dolor, no se nota en acciones.
Un jugador dolido ofrecería en el campo algo más que solamente futbol. Gritaría más, correría más, se entregaría más. Eso no se ve. Un entrenador dolido lanzaría a su equipo al frente en contra de 10 adversarios y no cuidaría el empatito para salvar la chamba. Eso tampoco se ve. Un directivo dolido ya habría por lo menos despedido al técnico. Eso menos se ve.
Indolencia total. Indolencia que indigna. Indolencia que enfurece. Indolencia que harta. La afición de Chivas ha soportado peores situaciones que esta, pero ahora se percibe mucho más molesta. Quizá en el pasado, los malos resultados se podían soportar al sentirse identificados con el equipo. Al encontrar en los jugadores, los técnicos y los directivos el mismo dolor que ellos cargan tras cada derrota.
Crisis de resultados se han visto muchas en la historia. Más largas que la actual. Hace cuatro años este equipo era Campeón de Liga. Hace tres, conquistaba la Concacaf. Ha habido sequías peores. Lo que podría ser diferente es eso, el hartazgo de ver jugadores más ocupados en la vida social que en el campo. Un entrenador más ocupado en conservar la chamba un partido más. Un director deportivo más ocupado que su proyecto personal no fracase. Y un presidente más ocupado en las muchas otras cosas que tiene que hacer además de Chivas.
Tal vez les duela. Quizá por dentro carguen ese pesar de arrastrar por el suelo la gloria pasada de un club grande. Pero hacia afuera, eso no es lo que le hacen ver a los aficionados con sus acciones. Y cuando un seguidor deja de sentirse representado, entonces el hartazgo aparece. Porque pocas cosas pueden lastimar tanto como la indolencia de quien cuida lo que uno ama.