
Libros de ayer y hoy
Es imposible darle gusto a todo mundo: si hablan, porque hablan y si no hablan, porque no hablan. Aunque muchos podrán pensar diferente y es totalmente respetable, cuando se involucra la pasión que despierta un Clásico, siempre será sano que ese sentimiento se transmita también al momento de emitir declaraciones. Este miércoles se ha vivido un episodio justamente de eso.
Mientras las palabras no inciten a la violencia, preferible gente, de ambos clubes, que le corra sangre por las venas. Y dejar de lado, aunque sea por un partido, frases trilladas como: “soy un profesional”, “a todos los equipos los respeto”, “no importa cómo lleguemos”, “los dos equipos somos importantes”. Un Clásico se encuentra en otro nivel pasional.
Lo entendieron perfecto Antonio Briseño y Henry Martín, que este miércoles protagonizaron el primer round del duelo entre Chivas y América, cuatro días antes del silbatazo inicial. Con sus palabras, lograron darle color a esta histórica rivalidad. Por supuesto, muchas críticas los señalarán como “tribuneros”. Lo dicho: es imposible darle gusto a todo mundo. Pero hay quienes preferimos declaraciones con ese toque de pasión, siempre y cuando no salgan del contexto de un simple enfrentamiento deportivo.
Henry Martín fue categórico. Ricardo Peláez, director deportivo de Chivas, había declarado que tanto él como su compañeros Sebastián Córdova eran futbolistas del América que le llamaban la atención. El delantero le cerró la puerta en la cara: “Gracias, pero no”. Y aseguró que el dirigente rojiblanco cometió un error al mencionarlo.
Minutos después, Antonio Briseño hizo gala de ese estilo tan peculiar que tiene para “prenderse” al estar frente a la cámara. Hizo menos el título de ventaja que tiene América sobre Chivas y enumeró cualidades de su equipo que lo hacen tener mayor relevancia: “No estamos a la par, somos mucho más grades. Ellos no tienen identidad”.
La frase, por supuesto, despertó emociones dispares, dependiendo de los colores de quien la escuchó. Para los rojiblancos fue motivo de alegría; para los azulcremas, motivo de enojo. Se lo haya propuesto o no, el Pollo Briseño logró encender el Clásico Nacional, cuatro días antes de que se dispute. Y para desdeñar los 10 puntos de diferencia que le saca su adversario, echó más limón a la herida: “América no espanta a nadie”.
Quizá haya aficionados que gusten de un estilo más conservador. Es igual de válido el pensamiento que prefiere silencio ante las cámaras y guardarse todo para morirse en el campo. Pero cuando se trata de un Clásico, ya sea contra América o ante Atlas, la pasión es un ingrediente que difícilmente se puede sacar de la ecuación.
Declaraciones que ponen sabor al previo del encuentro son bienvenidas. Alimentan una rivalidad que paraliza a las dos aficiones más grandes del país. Agradan este tipo de palabras siempre y cuando cumplan dos condiciones: por un lado, que no se conviertan en una provocación que derive en la violencia y por el otro, que no se olviden quienes las emiten que todo aquello que de su boca sale después tendrán que respaldarlo con actos en la cancha.