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¡¡¡Plop!!!
Que se vayan los que no entendieron dónde están parados. Que se vayan los que no estén dispuestos a respetar la grandeza de la camiseta que portan. Que se vayan los que prometieron experimentar en cabeza ajena y aprender la lección. Que se vayan los que prefieren la fiesta que la cancha. Que se vayan todos, si es necesario. Pero que se queden los dispuestos a respetar al Club Deportivo Guadalajara y a sus propias carreras. Con ellos bastará.
El caso de Dieter N merece un trato aparte y para analizarlo a fondo, faltan elementos. La acusación en su contra es grave: violación. Pero el tema tendrá que desarrollarse con el correr de los días y habrá oportunidad, con más detalles sobre lo ocurrido, para expresar una postura. Hoy, lo único que se puede desear es que la ley imparta justicia.
Lo que sí queda exhibido a partir de lo ocurrido con el futbolista de Chivas es que el plantel simplemente no entendió. Luego de lo ocurrido con Alexis Vega y Uriel Antuna, fueron los jugadores quienes solicitaron el perdón para sus compañeros, que estaban separados del plantel. Prometieron comportarse de ahora en adelante y dedicarse más al campo que a la vida social.
No cumplieron. Muchos dirán, con justa razón, que la fiesta después del Clásico Tapatío que desató la acusación en contra de Dieter N, así como la separación del plantel de Javier Eduardo López, José Juan Gallito Vázquez y Alexis Peña ocurrió en tiempo de descanso. El plantel del Guadalajara tenía dos días libres después de la victoria por 3-2 sobre el Atlas.
Sin embargo, el reglamento interno es claro: en sus días libres pueden hacer lo que quieran… siempre y cuando no se convierta en algo de dominio público porque entonces sí, se daña la imagen de la institución. Justo así ocurrió. Cuando hay una denuncia legal interpuesta en contra de un elemento de Chivas, la institución sufre una afectación moral. Por tanto, la fiesta se vuelve objeto de sanción.
Es así como aparece una pregunta medular: ¿esa reunión fue un hecho aislado o es algo común? Por desgracia, la respuesta encontrada en personas al interior del club es desalentadora. Se trata de algo habitual. Las fiestas no pararon después de lo ocurrido con Vega y Antuna. Cambió, eso sí, la forma de cuidarse. Ahora se evita cualquier filtración que pueda trascender en redes sociales para eludir la posibilidad de castigo.
Ese no era el trato con la directiva. Prometieron “portarse bien”, como si se tratara de niños pequeños, incapaces de diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal. No lo cumplieron. La institución tampoco es nana para estar detrás de cada uno de ellos cuidando que se alimenten bien, descansen bien y no se excedan en las reuniones.
El futbol es una experiencia de corto plazo. Nadie va a jugar toda la vida. Si deben ser profesionales es primero que nada por ellos mismos. Cuidar una carrera de 10 o 12 años puede asegurar la estabilidad económica del resto de sus vidas. Y eso aplica para cualquier equipo. Pero cuando se habla de Chivas, el compromiso es todavía mayor.
Cuidarse no puede ser solamente por ellos, también deben hacerlo por un club que está construido sobre otro tipo de valores que algunos en el plantel no comprenden (como niños pequeños) y si acaso los conocen, sus actos dicen claramente que, como coloquialmente decimos en México, les vale madre. Una y mil veces, les vale. Porque no es una ni dos. Es una y otra y otra y otra. ¡Ya basta!.
Por eso hoy, el tema de Dieter N tendrán que resolverlo las autoridades pertinentes. Que se haga justicia y punto. Pero lo que ocurre dentro del plantel le toca a la directiva remediarlo. Escucharlos y perdonar a los castigados no funcionó. Es hora de la mano dura. No importa de quién se trate. Que se vayan todos, si es necesario… Porque se llame como se llame quien se tenga que ir, ningún nombre es más sagrado que el del Club Deportivo Guadalajara.