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Libros de ayer y hoy
Como sociedad, no estamos listos para volver a los estadios. Es triste. Es duro. Pero es cierto… En el plano colectivo, falta mucho para estar preparados. Las pocas muestras que ya tuvo el deporte mexicano durante los últimos días, confirmaron que cualquier protocolo será insuficiente si la población no está dispuesta a seguir las reglas al pie de la letra.
Qué ansiedad se siente frente al televisor cuando se observa un Clásico Tapatío, ¿no? El 3-2 de Chivas sobre Atlas, la noche del sábado pasado, habría sido sin duda más emotivo (de por sí que lo fue) con la presencia de 45 mil personas en la grada rojiblanca. ¿Cuántos aficionados habrían dado lo que sea por gritar los goles del Guadalajara en la tribuna y no desde el sofá?
Todos queremos volver. Vaya, no es un simple deseo: después de siete meses de distanciamiento social, es una urgencia. El deporte es parte importante en la vida cotidiana de muchas personas. Es su mayor distracción y hoy la población de gran parte del país está todavía condenada a ver el futbol a través de una pantalla incapaz de transmitir con fidelidad lo que se vive en un estadio.
Por desgracia, con los ejemplos vistos en los escenarios que ya han podido abrir sus puertas, es previsible que la espera tendrá que prolongarse. En el caso del futbol, Mazatlán FC y Necaxa ya recibieron aficionados. Al primero de ellos le urgía estrenar su estadio, expresamente construido para albergar a este nuevo equipo de Liga MX. Pero los protocolos no se respetaron…
En la tribuna pudo verse una gran cantidad de aficionados sin cubrebocas. Aquello de sentarse máximo dos personas juntas fue completamente ignorado. En Aguascalientes el problema fue menos intenso, quizá porque no se vendieron todos los boletos que estaban disponibles, pero tampoco se cumplieron protocolos al 100 por ciento.
Y el peor ejemplo de todos ocurrió en el beisbol. La Liga Mexicana del Pacífico dio muestra de lo que no debe ocurrir. Tan grave fue lo visto en estadios de Sinaloa y Sonora, que el segundo de esos estados dio marcha atrás y prohibió el ingreso de aficionados. El derecho que les había dado la combinación de una larga espera y la necesidad de los equipos por recaudar taquilla, lo perdieron en apenas los primeros encuentros de la temporada.
No es que los aficionados del futbol se comporten de un modo y los del beisbol de otro. O que los de una ciudad respeten y los de otras no. Es un tema de sociedad. Simplemente no estamos listos para volver porque no sabemos obedecer las reglas. Con el pretexto del “ya estoy harto del encierro”, muchos han demostrado que la asistencia a una grada es, en sus cabecitas, justificación suficiente para volverse locos”.
En Guadalajara, mucho se habló de que las tribunas pudieran abrirse para el Clásico Tapatío. Las autoridades optaron, atinadamente, por impedir que esto ocurriera. Y los ejemplos de otras partes del país no ayudan para cuestionar esa decisión. En noviembre, tal vez para la Liguilla, podría ser posible ver aficionados de regreso para apoyar a Chivas o al Atlas (si calificara).
Pero los seguidores que tanto extrañan asistir al estadio, deberán ser conscientes de que cuando reciban ese derecho, podrían perderlo a la primera oportunidad, si no aprenden de las experiencias vistas hasta hoy. A veces parece mucho pedir, pero la sociedad debe aprender a respetar y, sobre todo, pensar en el prójimo.
En el regreso al futbol, será indispensable dejar a un lado el deseo de desahogo personal, para pensar en el bien colectivo. La tribuna no es un yo, es un nosotros. Y ahí, se tratará de cuidar unos de otros. Respetar las reglas. Seguir los protocolos al pie de la letra. Si no, miles de personas podrían perder esa inmejorable oportunidad de probar un poquito de la normalidad que perdimos hace más de siete meses.