
Libros de ayer y hoy
Deliberando
Allá por los ochentas circuló un disco de 45 revoluciones y hablaba sobre los no muy intelectualmente destacados. Recuerdo bien una frase “Mientras que los inteligentes deliberan, los pendejos deciden”.
Me acorde de la anterior sentencia ya que, la semana pasada, los inteligentes se hacían las más intricadas conjeturas sobre lo que sería el informe del presidente el pasado domingo. Decían los analistas: “Se necesita un golpe de timón, un cambio de rumbo”. Otros argumentaban, “es necesario un plan de choque”.
Daban los inteligentes grandes fórmulas. “Necesita el gobierno un plan de estímulos fiscales. Aplazamiento del pago o condonación de impuestos en otros rubros, etc., etc.”. El caso es que elucubraban sobre lo que tenían que hacer gobierno y empresarios para fortalecer la economía del país.
Pero, la decisión ya estaba tomada, seguir con lo mismo: El Tren Maya, La Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y regalar dinero a manos llenas, entre otros, a los Ninis. Claro, no por amor a la juventud, sino, porque ellos van a votar por su mecenas y así, salir triunfante ante la revocación de mandato. Segundo, ganar las próximas elecciones. Y así, reelegirse “per sécola seculorum”.
Muchos se hicieron, -bueno, nos hicimos- la falsa esperanza de que algo iba a cambiar. Que iba a reconocer sus horrores, perdón, sus errores y, hasta, infantilmente, soñamos en que el aeropuerto de Texcoco, reiniciaría su construcción. Pobres ilusos, y como dice otra frase “¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?”.
Pues sí, así las cosas. Ahora bien, no se necesita ser tan inteligente para darnos cuenta de que las decisiones en la más alta cúpula del poder no han sido las más acertadas. Y tampoco, se requiere de un alto coeficiente intelectual para advertir que se intensificarán los problemas económicos.
Si no hay estímulos a los grandes, medianos y pequeños empresarios, que generan empleos, estos, tarde o temprano, cerrarán sus empresas. Miles quedarán sin empleo. Luego, no habrá dinero. Si no hay dinero, no hay consumo, si no hay consumo, no hay producción y así, sucesivamente, hasta llegar a una tremenda crisis económica como en estos últimos tiempos no lo habíamos visto.
Pero, mejor no deliberemos tanto. Equilibremos deliberación, decisión y, sobre todo, acción. Hay que proponer, decidirse y actuar, para retomar el rumbo del éxito de este país.