
Visión Financiera
El nombramiento de Genaro Lozano como embajador de México en Italia ha causado sorpresa, molestia y hasta burlas. No por su orientación sexual, que él mismo suele subrayar como si fuera un blindaje ante la crítica. A los mexicanos no nos interesa con quién comparte su vida, sino qué tan preparado está para el cargo que hoy le entregaron en bandeja de plata.
Hay que decirlo claro: Genaro no es un diplomático de carrera, ni alguien que se haya formado en la dura trinchera de la política exterior. Su camino ha sido otro: conductor de televisión, profesor universitario y, más recientemente, influencer cercano a Morena. Y aunque muchos dirán que eso no lo descalifica, lo cierto es que no lo convierte en el perfil más adecuado para representar a México en un país como Italia.
No se trata de envidia ni de prejuicios. Simplemente, no cualquiera puede ser embajador. Para ocupar un puesto así se necesita experiencia en negociación internacional, conocimiento de los escenarios globales y mucha pericia política. Y nada de eso aparece en el currículum de Lozano. Su gran mérito ha sido estar en el momento correcto y con las personas correctas.
En el fondo, este nombramiento no es un premio menor. Al contrario: es uno de los cargos más importantes a los que cualquier mexicano podría aspirar. Representar a México en Roma significa defender los intereses de nuestro país en uno de los centros políticos y culturales de Europa. Pero al parecer el gobierno decidió que lo más importante era pagar lealtades y no enviar a alguien con trayectoria diplomática.
El error se vuelve todavía más evidente si tomamos en cuenta el contexto. Italia hoy es gobernada por una coalición de extrema derecha encabezada por Giorgia Meloni. No es un escenario sencillo, y cualquier paso en falso puede costarle caro a México. Para lidiar con ese entorno se necesita más que popularidad en redes sociales o buenas relaciones con Palacio Nacional.
Además, este tipo de nombramientos debilita la tradición diplomática de México, que por décadas se ha ganado respeto internacional gracias al trabajo de profesionales del Servicio Exterior. Cuando un gobierno coloca en esos puestos a personas sin la formación necesaria, lo que se manda al mundo es un mensaje de improvisación y ligereza.
Genaro, por su parte, debería dejar de refugiarse en su orientación sexual para callar las críticas. Ese no es el tema. Lo que está en discusión es su capacidad para el cargo. Y ahí es donde los argumentos se le acaban, porque el tiempo demostrará que conducir programas de televisión o dar clases en una universidad no es suficiente para brillar en el tablero internacional.
En resumen, el nombramiento de Lozano como embajador en Italia es un reflejo del estilo de este gobierno: premia la cercanía antes que la experiencia. Y aunque su nombramiento ya fue otorgado, lo cierto es que la factura no la pagará Genaro, sino México, con una representación débil en uno de los países más conservadores del continente europeo.