Visión Financiera/Georgina Howard
La militarización del segundo piso de la 4T
El pasado 10 de septiembre, en un acto solemne en el Heroico Colegio Militar, Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, reafirmó un compromiso que marcará profundamente su administración: continuar con la militarización de la administración pública, un proceso iniciado por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Frente a todas las Fuerzas Armadas, Sheinbaum dejó claro que su gobierno será la continuación directa de lo que la 4T ha construido, y en sus palabras, será el momento de poner el “segundo piso” de este proyecto.
Sin embargo, este acto no es solo una formalidad política, sino un indicativo del rumbo que tomará su gobierno. El hecho de que el Ejército y la Guardia Nacional sigan involucrados en funciones más allá de la seguridad pública, como la construcción de trenes de pasajeros y nuevos puertos, refleja una decisión consciente de centralizar cada vez más el poder en manos de las Fuerzas Armadas. Pero ¿a qué costo?
López Obrador lanzó la 4T como un proyecto transformador, un ideal vago que resonó con una amplia base social. La ambigüedad del término fue, sin duda, parte de su éxito, permitiendo que cada seguidor encontrara en él algo con lo que identificarse. Sin embargo, tras seis años de gobierno, la falta de un plan estratégico claro a largo plazo comienza a mostrarse. Y ahora, con Sheinbaum al frente, surgen nuevas preguntas: ¿Cómo se construye ese “segundo piso”? ¿Es posible sostener este proyecto sin la figura omnipresente de López Obrador?
Sheinbaum se enfrenta un escenario complejo de gobernar sin el carisma y liderazgo personalista que caracterizaron a su antecesor. La base social de la 4T, que fue movilizada una y otra vez en torno a la figura del presidente, podría no responder de la misma manera ante su sucesora. ¿Será la presidenta capaz de mantener ese vínculo con el pueblo? O, más importante aún, ¿podrá Morena seguir canalizando ese apoyo una vez que López Obrador quede relegado a un segundo plano?
En su discurso, Sheinbaum dejó claro que el Ejército no solo será el garante de la seguridad, sino un actor clave en la construcción de proyectos estratégicos de infraestructura. Pero esta ampliación del papel de las Fuerzas Armadas plantea preocupaciones sobre el equilibrio de poder en el país. A medida que las instituciones civiles se ven desplazadas por las militares, se corre el riesgo de erosionar la democracia y centralizar aún más el poder. Y lo que es más preocupante: ¿qué mensaje envía esto a la sociedad?
Claudia Sheinbaum tiene por delante un gran reto. No solo debe sostener y consolidar el legado de la 4T, sino también ganarse su propio lugar en la historia. Y eso solo será posible si logra equilibrar el poder, sin depender exclusivamente de las Fuerzas Armadas para llevar a cabo su visión de país.
El reto de la presidenta electa será demostrar que la transformación no se trata solo de eslóganes o de proyectos monumentales, sino de la capacidad de construir un México más justo, inclusivo y democrático, donde la militarización no sea la única respuesta para enfrentar los desafíos del futuro.