
Libros de ayer y hoy
La guerra de declaraciones postelectorales se intensifica
En la reciente disputa postelectoral en Jalisco, el gobernador Enrique Alfaro ha lanzado duras críticas contra Mario Delgado y Morena, calificándolos como “malos perdedores” por su insistencia en impugnar los resultados de la elección a gobernador. Este escenario, más allá de las declaraciones incendiarias, revela la creciente fragilidad de la democracia mexicana y la tendencia de algunos actores políticos a no respetar la voluntad popular cuando los resultados no les favorecen.
El argumento de Alfaro es contundente: el pueblo de Jalisco ya decidió, otorgando una ventaja de 200 mil votos al candidato de Movimiento Ciudadano, Pablo Lemus. Sin embargo, Mario Delgado ha insistido en que hubo irregularidades durante el proceso electoral, presentando el mismo tipo de reclamos que, curiosamente, han sido parte de la narrativa de Morena desde sus primeros días como partido opositor.
Pero, ¿hasta qué punto esta retórica sigue siendo válida cuando quienes la usan están ahora en el poder?
La historia de la política mexicana está llena de impugnaciones, reclamos y acusaciones de fraude. La democracia en México es joven, y las instituciones electorales han tenido que evolucionar constantemente para estar al nivel de las exigencias de cada proceso. No obstante, lo que estamos viendo en Jalisco es más que una simple batalla por la nulidad de una elección: es un reflejo de cómo ciertos grupos políticos, cuando no obtienen lo que quieren, buscan otros medios para torcer el resultado.
Mario Delgado sostiene que “nosotros aprendimos a luchar de Andrés Manuel López Obrador”, refiriéndose a las históricas impugnaciones que AMLO presentó en elecciones pasadas. Sin embargo, ¿es esto un acto de coherencia política o simplemente una estrategia para no asumir la derrota? La diferencia es que las impugnaciones de López Obrador en el pasado eran, en gran medida, la lucha de un movimiento que buscaba abrirse paso contra los viejos sistemas de poder, mientras que lo que vemos hoy es la resistencia de un partido que ya gobierna y no sabe perder.
Alfaro tiene razón en un aspecto fundamental: si Morena confía en el Instituto Nacional Electoral (INE) cuando sus candidatos ganan, como es el caso de Claudia Sheinbaum en la presidencia, entonces debería aceptar los resultados en aquellos casos donde no salen victoriosos. La insistencia de Mario Delgado en que hubo fraude solo contribuye a debilitar la credibilidad de las instituciones electorales y a sembrar dudas innecesarias entre la población.