La semana pasada, el Episcopado Mexicano vivió un proceso “electoral” interno –no exento de sobresaltos– para escoger al jefe de los obispos católicos. Desde fuera, hubo una andanada de críticas en afán de exhibir ambiciones y mañas terrenales dentro del gremio que debiera avocarse sólo a los asuntos de la fe.
Pasada la batalla por poder clerical –arrinconados los demonios– la cúpula eclesiástica, en el editorial “Otra vez a votar”, publicado en el semanario Desde la Fe, revira a sus críticos; acusa a los políticos de privilegiar un gasto electoral excesivo y oneroso en más de una docena de estados de la República donde habrá elecciones el 5 de junio.
La Arquidiócesis de México consideró que “no hay razón para permitir que los “partidos” sigan derrochando inmoralmente los recursos del país sumergido entre la miseria y la pobreza “a secas”; recomendó recortar el presupuesto de prerrogativas exorbitantes que sólo sirven para comprar votos y voluntades… y para acumular cuantiosas y groseras fortunas.
También criticó a los candidatos a puestos de elección popular “que son cartuchos quemados, ex funcionarios reprobables, juniors impuestos por dinastías familiares al amparo de coaliciones kafkianas”.
El órgano del Episcopado católico reclama y denuncia las ideas políticas que son pura ilusión aferrada a campañas huecas que persiguen el poder sin proponer. Acusa que en medio de esa corrupción moral, las negociaciones legislativas se paralizan.
Sume que en medio del caos, miles de millones de pesos se gastan en una burocracia electoral que, a su vez, es sumisa empleada de los partidos políticos. El Instituto Nacional Electoral (INE) es una carga financiera cada vez más onerosa y pesada, lujo de muy pocos países en el mundo.
Aceptada o no, nuestra democracia costosísima se forja en una cultura política alejada de la transparencia, la puntual rendición de cuentas y la austeridad en el gasto. Al contrario se cultiva el enriquecimiento y empoderamiento de políticos ricos en un país de pobres.
La denuncia de la Arquidiócesis de México contra el dispendio en la democracia es combustible que incendia la pradera.
EL MONJE FURIOSO: Vamos a abusar, pero nomás tantito, parece la respuesta de Uber a la advertencia del Gobierno de la CDMX para poner un alto al cínico robo disfrazado de tarifa dinámica. El compromiso de reembolsar a los usuarios atracados, simplemente es un intento de los colmilludos “tiburones” de Uber por lavarse cara…
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