La ley –como la moneda– tiene dos caras.
Una es contundente, intransigente y con frecuencia abusiva. Es aquella aplicada a “secas”; diseñada para castigar con peculiar severidad los delitos bajo un esquema carcomido por la corrupción.
Pero existe otra cara de la ley como moneda de cambio, no escrita en papel alguno. Es la norma suave, bondadosa y protectora, hecha para aplicarse con “gracia” a los “amigos” del poder. Es la regla de los políticos que juega con las formas, simula sanciones, castiga con exilios dorados, o con el retiro del “hueso”. La que perdona a los elegidos quienes la violan.
Humberto Moreira fue uno de esos.
Salió de la dirigencia nacional del PRI cuestionado por el escandaloso endeudamiento durante su gestión como gobernador de Coahuila; fue exonerado por falta de evidencia pero no volvió a la vida pública; se mudó a Barcelona para consolar su desgracia profesional y personal. Ahora en la madre patria lo acusan por lo que aquí le perdonaron.
Algo parecido ocurrió hace unos meses con Arturo Escobar, ex vocero del Partido Verde. El cuestionadísimo personaje, nombrado subsecretario de Gobernación en pago por alianzas con el PRI, fue señalado como delincuente electoral. Dejó el cargo público para enfrentar a la justicia; fue exonerado por falta de elementos, pero no ha sido reivindicado, a pesar de que en sentido estricto es un hombre inocente.
Escobar y Moreira están fuera de la jugada política. La razón es muy simple: ambos están apestados ante la opinión pública; son frutos del árbol que da “moreiras”.
Quien decide desde la cumbre del poder impide el retorno de esos brujos, en los hechos acepta que hicieron algo torcido, aunque por “lealtad” no merezcan el castigo de la justicia verdadera por sus probables delitos; no son cualquiera; tienen la impunidad garantizada –por lo menos en México.
La doble ventaja de la doble moral es que permite al poder deshacerse de sus renglones torcidos sin congoja. La ley no escrita tiene también tiene su lado agradecido. No importa que lo derecho se enchueque.
EL MONJE VIGILANTE: El semáforo policiaco estás en rojo. De las 32 corporaciones estatales, 15 salieron reprobadas; 16 pasaron de panzazo. Solo Querétaro puede presumir una policía certificada. María Elena Morera –Causa en Común– pone el dedo en la llaga. De muy poco han servido los años y millones destinados a la depuración policiaca. Quienes deben responder siguen simulando.
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