CIUDAD DE MÉXICO, 12 de febrero de 2016.- Como dice la emblemática canción de Timbiriche: “México, México, verde, blanco y rojo que bonita nación” se entonaba en la entrada de la Nunciatura Apostólica, y va hasta la Avenida Insurgentes, en un grito unísono que se delinea en el aire con la llegada del Papa Francisco, tras 43 minutos de recorrido desde el Hangar Presidencial a la Nunciatura Apostólica, al sur de la Ciudad de México donde descansará.
Y al filo de las 21 horas, en coche descubierto, el Papa llegó. Los miles que lo esperaron desde las 14 horas, lo vieron…, sólo unos segundos…
“Queremos que el Papa Francisco, se baje y nos salude”, versa el canto que gritan a todo pulmón mientras el Sumo Pontífice ya desaparece tras la puerta del espacio donde pernoctará durante cinco días.
–Papá, paá… ¿dónde está el hombre de blanco, dónde está? Reclama, casi a gritos una pequeña de cinco años cargada en los hombros de un hombre robusto, que no sabe qué decirle. Y sólo recita:
–Mmm…, mañana regresamos, mi amor. Y sí, mañana llegamos más tempranito y sí, lo veremos.
–¿Por la mañana o por la noche?, cuestiona la pequeña.
La respuesta es un “ya veremos”.
El operativo de resguardo continúa hasta varios minutos después de la llegada del Sumo Pontífice. La Policía de la Ciudad de México, en camionetas y motocicletas, sólo vigila ante el desencanto de miles que vociferaron, aplaudieron y lanzaron vivas al Sumo Pontífice y sólo unos cientos lo pudieron observar…, por sólo unos segundos… Y para algunos sí valió la pena, para otros, la mayoría, no.