GUADALAJARA, Jal., 9 de abril de 2020.- Garra, coraje, entrega, pasión, pundonor, profesionalismo y sobre todo mucho corazón, son solo algunas de las características que distinguieron a Camilo Romero Mora en una cancha de futbol, la cuál recorrió con un marcapasos puesto.

Proveniente de una familia futbolera con 12 hermanos, de los cuales tres más (Anselmo Romero, Filiberto Romero y Gustavo Romero) además de él juegan este deporte. Surgido del modesto club San José de Talpita, es como el famoso Chavalón, inicia su andar en el balompié, etapa en la que llegó a llamar la atención del Atlas; sin embargo y aunque buscó fortuna en Tecos, así como UdeG, fue con Guadalajara en el que se quedó y donde a final de cuentas era su sueño el pertenecer a dicha institución. 

Brinco al profesionalismo 

Julián Rea y Sebastián Andrade fueron los dos últimos entrenadores que tuvo antes de llegar a la Primera en México, por lo que  no olvida y recuerda con humildad, orgullo y nostalgia, cómo fue el día que se enteró de su llamado al primer equipo, plantel en el que tendría de compañeros a históricos de la época.

“Antes los debuts no se preparaban, eran casi casi por sorpresa. Recuerdo muy bien que vivía en Talpita y salía a las 05:30 am a tomar el camión, llegaba a Verde Valle a los entrenamientos y todavía no estaba abierto y me acuerdo que Salvador Romero (último entrenador antes de Primera División) me estaba esperando a la entrada porque yo iba a entrenar con la Primera y me dijo: ¡córrele c..ón! Que vas a entrenar con la Primera, corrí todo el pasillo y me entregaron la ropa, que no era como la de ahorita, sino la viejita y de ahí el nervio de sentarte con figuras como Zully, Quirarte, Demetrio, Lugo, Aguirre, Chepo, Wendy”.

Etapa de madurez

Para la temporada 1993 deciden darle salida del equipo de sus amores al cuadro del entonces Atlético Morelia, experiencia que le ayudó para valorar la camiseta, situación que en la actualidad es difícil de encontrar, por lo que le sacó el mayor de los provechos para después regresar a la querencia y hacer historia.

“Hoy en día el jugador no se da cuenta en que institución está: antes valorábamos mucho las instituciones y cuando salgo a Morelia, valoro mucho el equipo en el que estaba anteriormente que era Chivas, me sirvió para madurar, valorar y para tener un gran regreso a Guadalajara y triunfar”, rememora.

El Camilazo a Oswaldo Sánchez

Era el Día del niño en el lejano 1995. El Monumental Estadio Jalisco recibía la jornada 36, con el duelo entre Chivas y Atlas. Los Zorros intentaban salir jugando, CR5 presionó a Martín Félix Ubaldi y le robó el esférico para después, con todo y caída, disparar con la zurda desde medio campo para vencer a Oswaldo Sánchez, quien se encontraba fuera de posición y con ello les dio un gran regalo a los infantes seguidores del Campeonísimo.

“Fíjate que es uno de los que me marca en mi carrera por el escenario, por el equipo, contra el equipo que juegas, por la afición, por el Clásico de la localidad, pero yo creo que fue uno de los goles bonitos, pero, sin que suene a ego. La mayoría de mis goles fueron tomados como goles de la semana. Sí fue uno de los más bonitos, pero tuve la oportunidad de meter unos cuántos bonitos también”, recalca el emblema rojiblanco.

Sobre su paso por Guadalajara en cuatro etapas distintas, Romero Mora no oculta sus sentimientos hacia la escuadra tapatía, equipo que lo marcó en todos los sentidos.

“Chivas para mí, lo pongo con letras grandes. Para mí es pasión, amor, es agradecimiento, cariño. La verdad me faltan palabras para alabar a la institución y el quererlo desde niño que tengo conocimiento, yo siempre Chivas, Chivas y ahora significa todo para mí porque marcó mi vida, mi carrera, familia y con la gente”.

Llamado a Selección y recibimiento

Camilo Romero recuerda cómo se enteró de su convocatoria con el Tri que dirigía Bora Milutinovic, siendo Alberto Guerra, estratega en ese entonces del Rebaño quien le dio la noticia, no de muy buena forma y una vez dentro, recordó la carrilla que le daban las figuras, como Jorge Campos.

“No era muy bien visto por Alberto (Guerra) en ese entonces porque nosotros acabábamos de eliminar a Chivas con Morelia con él de entrenador, me quedé por indicaciones del Lic. Martínez Garza sin el reconocimiento de Alberto y era muy difícil la relación. Llego al entrenamiento, hacen la junta previa en la cancha donde Alberto, así dijo: estamos tan mal que hasta éste muchacho está seleccionado. Lo dijo no muy feliz: está tan mal el futbol mexicano que a éste, quiero que le den un aplauso porque se va a la Selección Mexicana. Entonces me sorprendió que me lo haya dicho él y esperando a que llegara el momento para  ir con mi familia a decirles que el domingo en la noche me tenía que presentar con la Selección”, cuenta vía telefónica.

“Campos llegó y me dijo, si quieres regresar tienes que traer cuatro camisas de las Chivas para la siguiente y yo decía ¡chin! ¿Cómo las consigo?  Todos muy bien, la verdad y te acostumbras a lo bueno”, mencionó.

Penal contra Tigres

Existe un episodio peculiar en su vida deportiva, pues durante los minutos finales entre León y Tigres del Torneo Invierno 1998, Ángel David Comizzo, guardameta esmeralda, salió de forma temeraria a quitarle el balón a Luis Hernández, a quien finalmente derribó, marcándose la pena máxima: Comizzo saldría expulsado y al no haber cambios, sus compañeros pidieron que se pusiera la sudadera y los guantes para afrontar el disparo desde los once pasos, el cual tuvo final feliz, aunque con algunos problemas físicos.

“De joven yo era portero, pero fuimos a probarnos mi hermano y yo y mi hermano era el delantero y quedamos al revés. Él se hizo portero hasta Segunda División y yo, era extremo izquierdo y después volante y después fui lateral. Después de los entrenamientos me quedaba a entrenar como portero, no diario pero sí uno o dos días por semana a entrenar porque me servía mucho para mi posición que era defender, atajé el penalti y me da un calambre (ríe un poco).

Su carrera con un aliado especial

Camilo se sinceró con Quadratín Jalisco al revelar que durante su trayectoria futbolística vivió con un soplo en el corazón, razón por la cual tuvo que utilizar marcapasos; no obstante eso no le impidió entregarse al máximo en cada partido pues tenía de su lado a un ser supremo que siempre lo cuidó.

“Fue muy grande Dios conmigo porque yo tuve que haber quedado en la cancha, porque antes no tenía tanto examen como son hoy tan profundos. La verdad, mal hecho, nosotros firmábamos una hoja de que ya estaban los exámenes hechos y no eran tan profundos como ahora: creo que si hubiese tenido los exámenes profundos, no hubiera tenido la oportunidad de jugar, por eso también estoy agradecido con Dios y sano, que es lo que más feliz me pone”, culminó.

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