Analiza Atlas continuidad de Beñat San José
GUADALAJARA, Jal., 19 de junio de 2021.- Todo comenzó en el Estadio Jalisco. Integrantes de la Barra 51 del Atlas aseguran que fueron los primeros. El murmullo comenzó en la grada: “Eeeeehh… ¡puto!”. El grito iba dirigido a Oswaldo Sánchez, entonces portero de Chivas, surgido de la cantera de los Zorros. No le perdonaban jugar para el acérrimo rival. La intención era molestarle en cada saque de arco.
Luego vino el Preolímpico rumbo a Atenas 2004, también en el Estadio Jalisco. Ese evento popularizó el grito y lo convirtió en parte de las “costumbres” del futbol mexicano. En el partido contra Estados Unidos, el Coloso de la Calzada Independencia estalló una y otra vez para meterse contra el arquero visitante.
México ganó por 4-0 y avanzó a los Juegos Olímpicos. La expresión se metió definitivamente en la sangre de los aficionados.
Hoy, eso que empezó como algo “chistoso” tiene en jaque al futbol mexicano, pues ya ha pasado de las multas económicas al veto de partidos como local. Existe el riesgo de perder puntos más adelante, incluso de quedar fuera de eventos oficiales y no solo eso: también corre peligro la sede de la Copa del Mundo de 2026, que fue otorgada a Estados Unidos, Canadá y México.
Años atrás, cuando la FIFA ya exigía que se acabara con esa expresión por considerarla homofóbica y discriminatoria, algunos directivos defendieron el grito con el argumento de que forma parte del “folclore” de nuestro balompié. Ahora, la Federación Mexicana de Futbol lucha desesperadamente por hacer que los aficionados comprendan el riesgo que se corre en caso de no acabar con el grito.
LARGO HISTORIAL DE MULTAS
El grito pasó 10 años en la total impunidad. Se esparció a todos los estadios de México. Incluso se llevó a los Mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Fue hasta Brasil 2014 cuando la FIFA puso atención en lo que estaba ocurriendo. Se abrió una investigación, pero fue hasta 2015 cuando vino la primera multa: 395,000 pesos por el grito contra El Salvador en el Estadio Azteca.
Los años han pasado y las multas no han hecho entender a los aficionados. Una tras otra, la Federación Mexicana de Futbol ha tenido que pagar. En 2016, sanciones por los partidos contra Canadá (650,000 pesos), Honduras (500,000), Estados Unidos y Panama (470,000). En 2017 fueron 190,000 pesos por el duelo ante Costa Rica, luego 360,000 por el grito en los partidos contra Estados Unidos, Honduras y Panamá.
Los aficionados simplemente se negaban a dejar de gritar. En la Copa Confederaciones de Rusia 2017, existió la amenaza de que incluso el Tri podría ser expulsado del torneo. Eso ayudo a controlar la expresión. Pero un año después, en el Mundial, se presentó en el partido contra Alemania y se pagó una multa de 204,000 pesos. En 2019, la FMF comenzó una campaña de conscientización que de alguna forma ayudó a controlar la situación.
Pero ahora, en el regreso de los aficionados a las tribunas en medio todavía de la pandemia, el grito apareció de nuevo. En el Preolímpico de marzo pasado, de nuevo en el Estadio Jalisco, apareció durante los partidos contra República Dominicana y Estados Unidos. El castigo subió de intensidad esta vez: 1.5 millones de pesos y dos partidos de veto que deberá jugar la Selección Mexicana como local sin presencia de seguidores en la tribuna.
Todavía está en investigación el grito de los paisanos en partidos disputados en Estados Unidos. Seguro vendrán más multas y el temor es que el castigo deportivo aumente.
El futbol mexicano está en peligro por culpa de algunas personas que se niegan a poner fin a una expresión que está prohibida por considerarse homofóbica y discriminatoria. Si no se elimina de los estadios donde se presente el Tricolor, las consecuencias podrían ser graves.