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MORELIA, Mich., 8 de octubre de 2018.- “¡No es posible! ¡Qué barbaridad..!”, decía Andrés Manuel López Obrador a medida en que recorría la ciudad, por dentro y por fuera. Era el sábado de su tan esperado encuentro con Silvano Aureoles, y el Presidente electo estaba de muy buen humor.
Pero en la medida en que transcurría el día y devoraba las calles citadinas, su semblante se endurecía.
“En cuanto asumamos la Presidencia vamos a echar a andar un plan emergente para tapar tantos baches. Morelia no merece todo este desastre”, comprometía el tabasqueño. Raúl Morón, su anfitrión, estaba más que satisfecho.
Su decisión de llevar a desayunar a López Obrador a Carnitas Don Raúl, en las inmediaciones de la gasolinera Poza Rica, y a comer en Marceva, en el Centro Histórico, había cumplido un triple propósito.
Primero, que el visitante disfrutara la suculenta gastronomía michoacana; luego que observara cómo se encuentran las vialidades de la capital, y finalmente poder generar compromisos a favor de todo el municipio.
“Te vamos a apoyar con recursos federales, Raúl, pero tienes que dar resultados de inmediato. Eres nuestro máximo exponente de gobierno en Michoacán. “Y te vamos a apoyar para que cumplas con las tres erres: restauración, rehabilitación e inclusive reconstrucción de vialidades y espacios públicos, como ya lo empiezas a hacer”, escuchaba sonriente el profesor Morón.
Andrés Manuel ya había transitado por Ciudad Industrial, Camelinas, avenida Madero, Centro Histórico, Nocupétaro: “si eso pasa aquí, ya me imagino cómo está la zona rural”.
Otro Raúl, el hombre que por instrucciones de Morón manejó el vehículo de López Obrador, hizo que todos estallaran en carcajadas cuando aventó un inesperado comentario: “Estamos así, señor Presidente, por culpa del huracán Alfonso…”.