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CIUDAD DE MÉXICO, 3 de abril de 2019.- A todos nos han preparado para reaccionar en caso de sismos o de incendios, pero no ante un evento volcánico; por ello hay quienes creen que el hecho de que el semáforo que mide la actividad del Popocatépetl haya saltado de amarillo fase dos para llegar al nivel tres es una invitación a correr en busca de refugio seguro, pero en realidad es un llamado a mantenerse atentos a lo que digan las autoridades de Protección Civil, explicó Gema Caballero Jiménez, del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Sobre este punto, la especialista es tajante, hace falta una mayor labor de divulgación a fin de evitar alarmismos innecesarios o conductas irresponsables, como las de aquellos jóvenes que el 12 de marzo pasado escalaron hasta el borde del cráter, justo un día antes de que se registrara una potente explosión.
“Los fragmentos arrojados suelen ser del tamaño de un automóvil y por lo mismo implican un gran riesgo para la vida; ello nos habla del peligro al que se someten las personas por ignorancia o imprudencia”, explicó en entrevista con UNAM Global.
Por ello, para la jefa del departamento de Análisis y Metodologías para Riesgos Volcánicos del Cenapred es importante que la gente entienda el significado del semáforo y que deje de tomar en serio tanto bulo que corre por internet y mediante el boca a boca, como el de que la Ciudad de México desaparecerá si el Popocatépetl hace erupción.
“Quizá nos caerá algo de ceniza y deberemos tomar precauciones por tratarse de material muy corrosivo; ante un evento así debemos estar preparados y saber distinguir qué información es inventada y a qué debemos prestar atención”.
Para la maestra Caballero es relevante destacar que la vigilancia del Popocatépetl se hace de manera constante, es decir, 24 horas al día sin tomar jamás descanso, a fin de tener datos en tiempo real. “A lo sumo nos llegan con un segundo de retraso, lo que nos permite tener medidores muy fiables de lo que está pasando en la zona”.
A fin de realizar esta tarea de la mejor manera posible este monitoreo se realiza desde cuatro vertientes: lasísmica (que mide los movimientos de la tierra alrededor del volcán); la visual (enfocada a detectar la salida de material, gases, cenizas y vapor); la geodésica (que colocainstrumentos en las laderas para registrar si la chimenea presenta inflexiones o deflaciones), y la hidrogeoquímica (basada en el análisis de la composición del agua de los manantiales y mantos acuíferos o freáticos cercanos al Popocatépetl).
Velando el sueño de un volcán
Como parte del equipo técnico-científico encargado del monitoreo del Popocatépetl, Gema Caballero —junto con sus compañeros— se encarga de ponderar estos datos y presentarlos al Comité Científico del Volcán Popocatépetl, integrado por investigadores de la UNAM, a fin de discernir qué color asignar. Tras llegar a un consenso se comparte la propuesta con el coordinador nacional de Protección Civil y éste decide si el semáforo cambia o sigue igual.
“El verde indica que todo está en calma, con pocos eventos y cero emisiones, y el rojo que es momento de evacuar. El amarillo puede confundir debido a que se divide en fase uno, dos y tres”. Sobre este punto, Gema Caballero señala que hasta hace unos días habíamos estado en amarillo fase 2, que contempla emisiones de ceniza, explosiones moderadas y formación de domos, es decir, tapones de magma solidificado que se fragmentan o vuelan debido a la presión ejercida por el material y gases que empuja por debajo.
“Sin embargo, hace poco se dio un fenómeno que no habíamos visto desde que el Popocatépetl se reactivó (en 1994), comenzaron a darse estallidos, pero sin domo de por medio. Ello es un indicador de que las características del volcán están cambiando y, por lo mismo, decidimos pasar de la fase dos a la tres, y no porque estemos anticipando una erupción en el corto plazo”. Aclarar esto es crucial para la especialista pues, en su opinión, hace falta cultura en cuanto a este tipo de fenómenos y, por lo mismo, la gente suele hacer especulaciones.
“En el Cenapred buscamos realizar diagnósticos óptimos, pero
estos deben acompañarse de la educación de la gente. Compaginar ambos aspectos
nos llevará a que en México no se den casos como el vivido hace poco Guatemala
con el Volcán del Fuego, o en 1985 con el Nevado del Ruiz, en Colombia. Siempre
será mejor prevenir que lamentar”.