GUADALAJARA, JAL., 2 de septiembre de 2019.- Colgada con una pinza de tender ropa, en su bolsita de plástico, se ofertaba con su hipil con punto de cruz, en uno de los puestos de las mujeres artesanas de la zona de transición de Tulum.

Una pequeña de nueve años de edad la bautizó con su nombre, Azul.

“Abuelita, a Barbie la vistieron de catrina, pero yo tengo a Azul, la primera muñeca quintanarroense, con todo y su hipil”, dijo la pequeña, orgullosa.

Pero que Azul tenga una muñequita mestiza y sea feliz por jugar con ella, lleva implícito el sacrificio y décadas de trabajo de mujeres artesanas, con grandes esfuerzos por todo lo que tienen que pasar para poder comercializar sus productos y obtener un recurso que les permita apoyar su economía familiar.

Las artesanas de Manuel Antonio, San Pedro Cobá y Francisco Uh May, Tulum, han comenzado también la fabricación de zapatos, además de sus tradicionales hamacas, hipiles, atrapasueños, bolsas y veladoras aromáticas, que comercializan en la plaza cívica Dos Aguas, explica doña Alejandra Antonio de la Cruz, artesana de Francisco Uh May.

Es en esas comunidades de la zona maya donde se elaboran las artesanías para las que sus creadoras buscan rendijas por donde hacer que los turistas y locales volteen a ver sus productos, en una lucha contra reloj. Ahora han comenzado a hacer vestiditos para muñecas hipil o terno y así ganarse unos pesos y fomentar el gusto por las tradiciones.

“Hay una batalla que quizá no ganaremos, pero seguiremos insistiendo, continuaremos fabricando vestiditos para vestir muñecas”, dice doña Alejandra, cuyas manos junto con las de otras mujeres indígenas mayas, con inusitada sabiduría, hacen magia y arte sobre telas en espacios en sus casas habilitados como talleres.

Algunas de estas artesanas muestran sobre las sienes, mucho de plata en los cabellos que han empezado a cubrir el negro original pues llevan décadas trabajando para sacar adelante a sus hijos.

“Las muñequitas mestizas han tenido gran éxito, las hacemos desde hace mucho tiempo, y hubo épocas en que se vendían harto, pero de pronto hasta nuestras niñas empezaron a preferir las Barbie y las ventas descendieron, pero ahora han vuelto a repuntar con hipiles”, sonrió.

Doña Alejandra se ha ganado 100 pesos y sigue ofertando sus vestiditos para muñecas y sus ternos, que aprendió a realizar de sus antepasados, pero ve pasar a los clientes a los que se les hacen caros sus hilados, productos de sus desgastes de ojos, manos y corazón.

“Quienes más compran son los extranjeros, les gustan mucho los símbolos de las telas, porque el turista nacional no compra tanto, muchos nomás ven y dan las gracias».

Azul no la escucha, camina platicando con su muñequita, para ella la primera muñeca quintanarroense con hipil.

Ella sabe que no es una Barbie, pero sí que luce una obra de arte mexicana hecha a mano y única en el mundo, una herencia viva de la cultura maya.