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NICARAGUA, 18 de agosto de 2018.- «Ni un paso atrás». Esta es la consigna repetida hoy en Nicaragua durante la marcha que los autoconvocados realizaron por las calles de la capital, donde se vivió un renacer de las protestas que comenzaron el pasado 18 de abril y que pasaron por momentos de duda e incertidumbre sobre la conveniencia de seguir adelante o no en la contienda.
«Empezamos fuerte, pero tuvimos las bajas de compañeros que fueron asesinados, desapariciones de otros de los que aún no sabemos nada meses después, cientos de heridos, tanto física como psicológicamente, represión, amenazas. Después, hubo momentos de miedo y de duda, pero es claro que hay que seguir, dijo a Efe el joven Luis Carlos Chamorro.
El manifestante, quien reconoció la incertidumbre que lo invadió a él «y a muchos otros compañeros en ciertos momentos», señaló que «es la hora de la gente, la hora de Nicaragua, la hora de recuperar lo que nos corresponde, de ser libres, de tener justicia y paz, y eso solo lo vamos a lograr unidos en las calles».
Los autoconvocados se mostraron «más convencidos que nunca» de la necesidad de luchar «unidos», de llegar a donde sea necesario y de «reclamar justicia para más de 400 hermanos que dieron su vida por un país mejor para todos».
Para Chamorro, «ellos no se merecen que nos quedemos en casa mirando como continúan los abusos de un Gobierno que se cree dueño del mundo, dueño del destino de millones de nicaragüenses. Por ellos y por nosotros, vamos a seguir aunque nos cueste la vida».
Del mismo modo, la estudiante universitaria Sandra Lucía Palacio explicó que las protestas contra el poder «son la nueva revolución en este país que es nuestro y como toda revolución, no se puede hacer quedándose en casa y aceptando todo las injusticias a las que nos somete el gobierno de Daniel Ortega».
Igual que su compañero, confesó el miedo que la invadió y que la mantuvo «casi tres semanas sin salir de casa, llorando y maldiciendo tanta muerte, tanta maldad que ha sembrado este Gobierno, que ni siquiera es legítimo, porque está ahí gracias a unas elecciones manipuladas».
La forma de lucha cambió. Los opositores pasaron de ocultarse tras barricadas, de esconder sus rostros, de disfrazar su identidad bajo pseudónimos, a pisar las calles «de forma pacífica, con marchas y plantones», para reclamar lo que ellos consideran justo en democracia, «que es algo que lamentablemente no existe en Nicaragua, ni existirá hasta que consigamos que Ortega se vaya».
Y como Palacio y Chamorro, varios miles de personas, con más decisión y arrojo que en convocatorias anteriores, instaron a los compatriotas que por temor no salen a la calle a unirse y salir de nuevo a decir que «Daniel se va y si no se va lo echaremos».
«Si no luchamos unidos nos matarán por separado. Vivan Nicaragua libre», rezaba un mosaico viviente formado con camisetas que cubrían los cuerpos de un grupo de personas convencidas de la consigna que lucían durante la multitudinaria manifestación.
Y mientras los autoconvocados caminaban por una céntrica zona de Managua, muy cerca del lugar, los oficialistas también realizaron su propia marcha, a la que convocaron, como ya viene siendo habitual, nada más hacerse pública la cita de los opositores.
Los oficialistas, en una caminata estudiada y organizada, lucieron pancartas de perfecta factura, camisetas progubernamentales, banderas rojinegras del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) completamente pulcras y la ya tradicional consigna de sus convocatorias de «Aunque que te duela, Daniel se queda», emulando una canción que no deja de sonar en sus eventos.
Y fue así como, con movilizaciones populares de uno y otro bando, enemigos confesos, se cumplieron 4 meses de protestas contra Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, que comenzaron el 18 de abril por unas fallidas reformas de la seguridad social, convirtiéndose en una exigencia de renuncia del mandatario, después de once años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción.