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Cae mujer sospechosa de la muerte del periodista mexicano Adán Manzano
GUADALAJARA, Jal., 11 de septiembre de 2016.- Han transcurrido quince años desde que mirábamos pasmados, en vivo y a todo color, cómo es que las torres gemelas de Nueva York se desmoronaban tras haber sido impactadas por dos aeronaves de pasajeros. Otro avión se estrellaba contra el Pentágono. Otro más en los campos de Pensilvania. El terrorismo había cobrado nuevas dimensiones. Bush juraba acabar con ese monstruo llamado Al Qaeda y devolver a los estadounidenses el sentido de seguridad que habían perdido. Se aprobó la legislación más severa de la historia sobre la materia. Se creó un gigante burocrático costoso y complejo, el Departamento de Seguridad Interna o Homeland Security. Se decidió intervenir militarmente Afganistán e Irak, así como arrancar la mayor cacería de terroristas jamás vista. Incluso, años más tarde, ya con Obama, se terminó con la vida del líder y autor intelectual de la tragedia, Osama Bin Laden. No obstante, quince años después, el mundo sufre alrededor de cinco veces más muertes por ataques terroristas que en aquél entonces. Al Qaeda sigue viva y una de sus escisiones –ISIS- representa, en palabras del presidente estadounidense, la mayor amenaza a la seguridad de la superpotencia. En la actualidad, quizás ya no vemos torres derribadas por jets. Pero sí vemos, de manera cada vez más frecuente, individuos asesinando inocentes en un bar, en un café, en un centro comercial, o atropellando gente en un desfile. Más aún, de acuerdo con diversos estudios del año pasado, una mayoría de estadounidenses reporta que se siente más insegura en el presente que en 2001, y 40% reportaba que el terrorismo es la principal amenaza del país. ¿Cómo explicarlo?