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TLAJOMULCO, Jal., 16 de agosto de 2025.- Sentado sobre una roca de basalto, en un taller que es también parte de su hogar, Ignacio García Rosales —mejor conocido como Nacho Picapiedra— comienza a relatar con entusiasmo los pasajes más importantes de su vida. Viste huaraches sencillos de cuero, suspira al recordar su juventud y sonríe mientras sus manos, curtidas por los años, acarician la piedra que lo ha acompañado toda la vida.
Originario de San Lucas Evangelista, Don Nacho descubrió su vocación a los 12 años, al lado de su padre y hermanos.
“Salíamos a vender a Tapalpa, a Ciudad Guzmán, a los pueblos. Desde niño vi que la piedra podía transformarse en algo más que un simple metate. Me inspiré en artesanos como Andrés Ibarra y mi tío Jesús Rosales, y decidí darle un giro a lo que hacíamos en el pueblo”. Fue así como comenzó a incorporar figuras de animales y diseños únicos a sus molcajetes, rompiendo con lo tradicional y dando inicio a una nueva forma de artesanía en la región.
Su talento pronto lo llevó más lejos. A los 23 años ingresó al Instituto de Artesanías Jaliscienses, donde ha permanecido por casi 50 años. En ese tiempo, sus obras han trascendido fronteras. Una de las más memorables fue el Juchipili de dos metros de altura, dios de las flores para Juchipila, en el estado de Zacatecas, pieza que marcó un antes y un después en su trayectoria. A ella se suman esculturas como el ocelote de la avenida López Mateos o el caballo que hoy recibe a visitantes en San Miguel Cuyutlán.
A sus 73 años, Don Nacho lleva más de seis décadas trabajando la piedra. Ha visto cómo el oficio pasó de ser el sonido constante del martillo en cada casa del pueblo a una tradición en riesgo de perderse con la llegada de las fábricas. Por eso decidió formar a jóvenes, entre ellos sus sobrinos, para que el arte del basalto no se apague. “No digo que son los mejores, pero traen mi escuela. Eso me da tranquilidad y orgullo”, comparte.
Hoy, pese a problemas de salud, Don Nacho vuelve a competir por el Galardón Jalisco y Arte Indígena, que promueve el Gobierno del Estado de Jalisco, con una pieza que refleja su admiración por la historia: un guerrero águila tallado en piedra con incrustaciones rojizas y que, asegura, representa su fortaleza como persona.
“Tal vez gane, tal vez no, pero lo importante es que Tlajomulco participa y que seguimos dando vida al oficio”, afirma con la emoción de un hombre que nunca dejó de soñar con sus manos sobre la piedra.
La trayectoria de Nacho Picapiedra es, en sí misma, una obra tallada a pulso, con esfuerzo, amor y la convicción de que el arte popular también es historia viva. “Yo me había arrumbado un poco por mi enfermedad, pero aquí estoy otra vez, dando guerra”, dice entre risas. Y en su voz se escucha la certeza de que cada golpe de cincel seguirá resonando en la memoria de su pueblo.
RECONOCIMIENTO:
El Galardón Jalisco y Arte Indígena tiene como propósito preservar y revitalizar la artesanía tradicional del estado, fortaleciendo las raíces culturales de las comunidades indígenas. Al mismo tiempo, busca impulsar la creatividad y reconocer la calidad de las y los artesanos, fomentando el desarrollo de propuestas y diseños innovadores que mantengan viva la riqueza artesanal de Jalisco.