El fin del INE o la reforma que se asoma
Ninguneado
¿Llega a su casa agotado y nadie le hace caso porque están con el smartphone?
¿Hace una reunión familiar y todos callados, cada quien con su dispositivo móvil?
O, ¿se reúne con un amigo y difícilmente se comunican?
Sin duda, en la era digital la interacción humana ha experimentado un cambio de 180 grados. La tecnología, que originalmente prometió acercarnos, parece haberse convertido en un agente que, paradójicamente, fomenta la desconexión emocional.
El «ninguneo» o phubbing resultado de la combinación de las palabras «phone» (teléfono) y «snubbing» (despreciar)— describe el acto de ignorar a una persona en presencia de otra, mientras se presta atención excesiva a un dispositivo móvil.
Este fenómeno, aparentemente trivial, tiene implicaciones profundas que nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza de nuestras relaciones interpersonales y los efectos de la tecnología en nuestra humanidad.
El phubbing es un claro ejemplo de cómo la tecnología puede inducir una forma de deshumanización. En la interacción cara a cara, la atención mutua es esencial para el reconocimiento y la validación de la otra persona. Ignorar a alguien a favor de un teléfono móvil no solo niega el reconocimiento visual y emocional, sino que también, transforma a la otra persona en un objeto pasivo y prescindible.
En lugar de valorar a un ser humano completo, la persona ignorada se convierte en un mero fondo para la distracción tecnológica. Este acto de marginar a alguien, aunque aparentemente inofensivo, refleja una pérdida de la conciencia de la importancia del otro como un ser autónomo y valioso.
El phubbing disminuye la amistad, pues, el amigo es el alter ego, el otro yo, y en el ninguneo al otro se le ignora, o si ambos, amigos no se comunican se ignoran mutuamente. No se mira el rostro, solo el rostro virtual del que está a la distancia. A veces ni eso. El rostro no es solo una cara física, sino una manifestación de la vulnerabilidad y dignidad humana que nos exige responder de manera ética. El phubbing contraviene esta ética porque impide que nos reconozcamos como seres interdependientes.
Al ignorar al otro, en favor de un dispositivo, estamos olvidando nuestra responsabilidad ética hacia la otra persona, reduciéndola a un objeto secundario frente a la pantalla.
Además, se fomenta una falsa amistad, pues interactuar con quien sea, protegidos por el dispositivo, es fácil, no genera compromiso, por lo tanto, se evade la responsabilidad.
El phubbing provoca que la persona ignorada sea despojada de su atención y compañía, sino que también se reduce a una mera presencia física sin importancia. La tecnología, que se supone que está al servicio de la humanidad, se convierte en un medio que separa a las personas de sus interacciones más profundas y significativas.
El phubbing también refleja una crisis en nuestra búsqueda de autenticidad. Esta se logra a través del encuentro genuino con el otro, en el que nos reconocemos como seres libres que interactúan y se afectan mutuamente. Sin embargo, en un mundo saturado por las distracciones digitales, nuestras relaciones a menudo se ven despojadas de esa autenticidad.
El phubbing también puede verse como un síntoma de nuestra incapacidad para estar verdaderamente presentes con el otro, ya sea por miedo, ansiedad o simplemente por la sobrecarga de estímulos de las redes sociales.
El phubbing es más que un simple descuido en la etiqueta social. Es un reflejo de las tensiones y paradojas de la era digital, que nos invita a replantearnos el valor de la atención, la autenticidad y la humanidad en un mundo donde las interacciones cara a cara se ven eclipsadas por las pantallas.
En una época en la que la conexión parece más fácil que nunca, el phubbing nos recuerda que, a veces, la mayor desconexión ocurre precisamente cuando estamos más conectados.
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– ¿De qué escribiste hoy?
– Del manejo del phubbing.
– ¡Degenerado!
– ¡Dije phubbing, no pubis!