
Libros de ayer y hoy
El poder dobló al independiente Kumamoto
Pedro Kumamoto fue un fenómeno en la política local de Jalisco. Recién egresado del Iteso, su discurso y su energía captaron la atención de muchos. Era el joven idealista que prometía derribar los muros de los partidos políticos tradicionales, y logró lo impensable: ganar la diputación local del distrito 10 en Zapopan como candidato independiente. Con una campaña creativa, austera y llena de entusiasmo, Kumamoto se convirtió en símbolo de esperanza para una ciudadanía cansada de la vieja política.
Sin embargo, la historia no siempre premia a los idealistas. Tres años después, Kumamoto buscó dar el salto al Senado bajo la misma bandera de independencia. Pero en ese momento, el fenómeno independiente ya no era exclusivo. Muchos aspirantes se sumaron a la ola, algunos buscando aliarse con Kumamoto. Él, sin embargo, los dividió en dos categorías: los “independientes legítimos” que podían entrar a su círculo, y los “de segunda” que no eran dignos de su respaldo. Esa decisión, junto con su derrota en las urnas, marcó su primer gran tropiezo.
El joven que prometía transformar la política enfrentaba ahora una disyuntiva. ¿Qué hacer cuando los ideales no bastan para seguir vigente? Algún asesor le sugirió una salida tentadora: fundar un partido político. Así nació Futuro, un partido que buscaba mantener viva la promesa del cambio, pero que, irónicamente, representaba todo lo que Kumamoto había criticado. La desilusión comenzó a crecer.
Cuando buscó la alcaldía de Zapopan, el municipio que lo había catapultado al escenario nacional, sufrió una nueva derrota. La ciudadanía que una vez creyó en él lo castigó en las urnas. Pero Kumamoto no se rindió; insistió en buscar la presidencia municipal en una segunda ocasión, esta vez aliado con Morena, el Verde y el PT, partidos que alguna vez fueron blanco de sus críticas. El resultado fue aún peor. Los votantes no lo perdonaron. Aquel joven idealista ya no parecía tan diferente del resto.
Hoy, Kumamoto anuncia que dejará la regiduría para buscar un cargo federal. Una decisión que, más que estratégica, parece calculada para asegurar mejores ingresos y posiciones para sus allegados. Es el camino que otros políticos han recorrido antes: usar la plataforma pública como trampolín personal.
El independiente que prometió cambiar la política terminó absorbido por ella. No es el primero, y lamentablemente, no será el último. Pero su caso deja una lección: los ideales son frágiles cuando el poder se convierte en el fin último. Kumamoto dejó de ser el joven que derribaría los muros; ahora, es uno ladrillo más dentro de ese gran muro que ojalá en el futuro, alguien sí pueda derribar.