
Visión Financiera
Diciembre es el cierre de un año sumamente complejo, y anticipo de un intrincado 2023. Muchos eventos de estos días obligan a eludir la polarización, sin que ello implique que cada uno deje de promover o defender la causa o razón de su afinidad o ceda en su rechazo a lo que en su sentir merece. La polarización anula la razón y las posibilidades de construir soluciones compartidas. Lo peor de todo es que vuelve anatema el respecto al otro.
En el país se han anticipado los tiempos electorales. La activación mayor viene del gobierno y ante una sucesión anticipada la política desborda lo dispuesto por la ley y cualquier sentido de contención. La prudencia ha desaparecido del diccionario. El respeto a la legalidad desde el poder se descalifica como ardid del enemigo, los supuestos conservadores, categoría a la que se incorpora a todo crítico e independiente, incluyendo a aquellos con credenciales, razones, trayectorias y precedentes totalmente opuestos.
El proceso legislativo para la aprobación de la reforma política constitucional y, especialmente, su secuela, la iniciativa de reforma electoral, se explican por el entorno de guerra construido desde el poder. El diálogo y la corresponsabilidad son vistas como trampa mortal, ya no se diga el acuerdo plural. No deja de sorprender que la mayoría morenista cediera, a espaldas de López Obrador, al chantaje del PT y PVEM para introducir modificaciones inconstitucionales y que violan el principio de que el voto, no la negociación cupular representa la sobrevivencia de los partidos. Afortunadamente, el presidente se mantuvo en su postura y obligó a que se revirtieran las disposiciones de la llamada “vida eterna” de los partidos, orillando a que la aprobación final se lleve a febrero con la votación final del Senado.
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