A decir verdad
La fuerza de la palabra está por encima de las leyes y las convenciones sociales; esta idea aplica para todos los menesteres privados y públicos, como para la política. Es fuente de certeza y confianza. En México, culturalmente, palabra y verdad se tasan en la medida de la conveniencia e interés del poder. Hoy, mentir se vuelve moneda de cambio regular desde la más elevada oficina pública.
Ahora se degrada la palabra porque el régimen se ha instalado en un sentimiento de guerra; y, como suele suceder en tales circunstancias, la primera baja es la verdad. Ayer la palabra degradada se acompañaba del cinismo, lo que provocó un profundo agravio. En estos tiempos se miente porque la causa es superior a todo, incluso a la verdad. En realidad, se vive ahora una nueva moral, no a partir de sus virtudes, sino de su contraste con un pasado socialmente repudiado. Asumirse diferente, es suficiente.
La nueva moral no tiene referentes ideológicos, ni siquiera programáticos. Remite a lo que dice el líder, sin vacilación ni miramiento, sea la lucha contra la corrupción, la pobreza o la desigualdad. La aceptación se asocia a las intenciones del líder, aunque los resultados muestren que la venalidad persiste y se encarece, y la desigualdad aumenta. Capítulo especial merece la lucha contra el crimen y la violencia, la voz presidencial declara éxitos inexistentes; mientras, el delito crece y adquiere preocupantes expresiones en el tejido social.
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