
A decir verdad/Rubén Iñiguez
Autoridad desautorizada
Ordenador. Protector social. Resguardo humano. Garantía de libertades. Visor de armonía. Velador del bien común. Conducto de progreso.
Todo eso debería ser el Estado, el Gobierno o, como quiera llamarlo. No debe ser lo contrario. No debe ser un estorbo para las libertades inherentes a la condición humana. No debe ser el controlador-incontrolable de la producción y vida de la sociedad. No debe ser un estorbo, sino, un facilitador.
No debe ser parte de la anarquía y la delincuencia. Debe ser, más bien, quien cuide a todos sus gobernados e imparta justicia.
Debe ser, ante todo, quien brinde protección y quien vele por el progreso social y económico del país. No debe ser la lacra ni el pulpo atroz que con sus lacerantes tentáculos todo lo envenena y destruye. No debe ser el Leviathan de Hobbes, el monstruo del mar que todo lo domina.
Así que, como sociedad exijamos y velemos porque nuestros gobernantes hagan todo lo posible por buscar el crecimiento del país. Que sea verdadera autoridad . Recordemos que autoridad viene de “augere”, -que hace crecer-. La autoridad no debe destruir ni acabar con el pasado, presente y futuro del país. No sería entonces, autoridad, sino, des-autoridad. Por ende estaría desautorizada.