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La Ahogada, el que la prueba se pica
Palabras
Raíces, orígenes, palabras, términos. ¡Voces te nombran! diriges, relacionas, señalas. Palabras significantes de los conceptos.
Ideas y pensamientos, fluyen boyantes.
Nombrar las cosas. Recordar. Vínculos de memoria. Creación.
Todo eso son las palabras. Némesis de lo que es. La realidad expresada. El flujo de la creación. Dios crea con palabras. “¡Hágase!” “¡Hagamos!” No bastó imaginarlo. Habría que expresarlo y decirlo.
Y es que las palabras son tan importantes que debemos valorarlas en su máxima extensión. “Las palabras son oro”. No tiraríamos monedas del fino metal por doquier. O por el contrario, pocas palabras para todo un universo tan basto. Eso también, es desperdicio. Una palabra para cada cosa y una cosa con su palabra.
Nuestra juventud emplea unos cuantos términos para todo. Desgraciadamente, las pocas palabras, (trescientas en promedio) casi todas son para denostar, para lastimar o para herir.
La fuerza de las palabras es tal, que crean o destruyen. Repítele a un niño, que es tonto y así se creerá toda la vida. Dile palabras buenas, optimistas y será bueno y feliz.
Con las palabras se expresa el amor o el odio. ¡Qué mejor usar las palabras para decir: ¡Te quiero, te amo, te necesito! ¡Qué triste decir, te aborrezco, te desprecio!
Usar palabras para amar, para desear lo bueno, para construir. Eso es lo que debemos hacer.
En la crisis de valores que vive nuestra sociedad, hemos hecho mal uso de las palabras. Nuestros “líderes sociales”, no se quedan atrás. Usan sus palabras para mentir, calumniar.
Con sus palabras dividen, apartan, en vez de usar las palabras para unir, para construir a la nación, para llevarla a estados gloriosos. Pero, ¡No! Las usan para adular al pueblo, para embaucar y ya engañado, ya satisfechas sus intenciones, con palabras dividen y separan.
Las palabras son conciencia del ser. Afirmamos nuestra existencia con palabras. Nos definimos. Dios se define con palabras a sí mismo. “Yo soy el que soy”. Dios mismo habría de definirse también como palabra, “In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum”. (En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”.
Nosotros nos definimos con palabras. Me llamo Juan, me llamo Jesús o me llamo Pedro. Los nombres, de alguna manera nos definen, nos moldean. Los nombres, en su etimología, tienen un significado que influye en nosotros.
No es lo mismo ser la Beatriz que acompaña a Dante en su periplo por el Cielo que la Eva la que desobedece a Dios.
Las palabras traducen la realidad de las cosas, nos permiten expresarnos. Nos facilitan la vida. Nos guían en el tránsito de este mundo para nombrar sus maravillas. En el texto sagrado, Dios hace desfilar a todos los animales frente Adán, para que éste, dotado de inteligencia, creado a imagen y semejanza de Dios, nombre a cada ser.
Nombrar con palabras, por tanto, también es dar y conservar la vida.
Así que, valoremos el poder nombrar las cosas. Valoremos el uso de las palabras. Usemos palabras buenas, positivas, alegres. No dilapidemos esa riqueza verbal que se nos da a todos.
¿De qué escribió ahora profe?
De que te haces del modo según las palabras que te digan.
Uh, ahora se porqué no doy una en mis estudios!
¿Por qué?
Siempre me dijeron burro!
PLOP!!!