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CIUDAD DE MÉXICO, 3 de enero de 2022.- Los fármacos actuales para el tratamiento de la obesidad son poco eficaces, o bien, ocasionan efectos secundarios considerables, pues algunos son anfetaminas que pueden producir adicción y quizá un problema más grave; la única intervención con alta tasa de éxito es la cirugía bariátrica, pero se trata de un proceso invasivo con disponibilidad limitada, aseguró el doctor en Ciencias Biomédicas, Jean-Pascal Morin.
El investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM dijo que en cuanto a los esfuerzos de reeducación o terapéuticos, algunos también producen cambios a nivel cerebral, aunque también falta por descubrir más. “Estamos en pañales en la generación de fármacos”.
El especialista encabeza la línea de investigación el “Papel de la neuromodulación colinérgica en los núcleos amigdalinos durante el aprendizaje gustativo” y externó:
La mejor compresión de los procesos cerebrales mediante los cuales la experiencia modifica nuestros hábitos alimenticios, es probable que contribuya a tratar patologías de la conducta, como la obesidad, relacionadas con la ingesta excesiva de alimentos.
Nuestro umbral para la detección de sabores dulces es alto, y el consumo de comidas altamente calóricas produce sensaciones placenteras.
Detalló que ese proceso forma parte de la memoria gustativa y nos permite sentir placer al consumir algunos alimentos, función que realiza la amígdala cerebral, principal núcleo de control de las emociones y sentimientos, además de nuestras respuestas de satisfacción o miedo, que se ubica en la parte basal anterior del cerebro.
El profesor de la FM destacó que como parte de la investigación básica que realiza junto con otros expertos de México e Israel, encontraron que en particular la amígdala participa en el fenómeno que se conoce como neofobia alimentaria; es decir, el miedo o rechazo a probar alimentos nuevos o desconocidos, un reflejo primitivo de protección, sobre todo en niños.
Se trata de una pequeña estructura situada en la región límbica de ambos hemisferios del cerebro que interviene en el aprendizaje, la memoria y el procesamiento de las emociones.
Resultados obtenidos en animales de laboratorio han determinado que esta área del cerebro –en especial por el papel que juega ahí un neurotransmisor denominado acetilcolina– que determina cómo la experiencia con distintos sabores modifica nuestras preferencias alimenticias.
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