El fin del INE o la reforma que se asoma
La sucesión anticipada y los dados cargados dañan la imagen de Claudia Sheinbaum, quien por mérito propio tiene derecho de aspirar ser candidata presidencial de Regeneración Nacional. Como todo ejercicio público, su desempeño en el gobierno de la Ciudad es debatible.
El balance le es favorable. El Presidente debe apoyarla como gobernante, no como aspirante.
La mejor manera, contrariamente a lo que hace, es dándole un espacio propio para que se muestre tal como es, y no como una expresión de continuismo.
Sin que se puedan echar las campanas al vuelo, hay acciones que legitiman su aspiración: el avance contra la impunidad con la ley en la mano, la disminución de la criminalidad, la buena gestión contra la pandemia y la exitosa vacunación.
Cuando se lo propone, su estilo contrasta con lo que pasa en el nivel nacional: tolerancia y respeto a quien disiente, entendimiento con la diversidad, además de colaboración y coordinación con los gobiernos de las entidades vecinas, especialmente el del Estado de México.
Ojalá fuera igual con las autoridades de las alcaldías de todos los partidos.
La peor acción, aunque en apariencia aconsejable, es mimetizarse con los modos y estilos del Presidente.
No lo requiere, no le vienen y la desnaturalizan. Bueno o malo, Andrés Manuel es un caso singular, irrepetible e inimitable.
De la misma forma el proyecto político del grupo gobernante deberá transitar de la etapa destructiva de la pretendida transformación al momento constructivo y de institucionalización.
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