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¡¡¡PLOP!!!
La obediencia
¿Usted obedece a un superior? ¿Si o no? ¿Obedece a sus clientes? ¡Quizá! Bueno, si no fuera así, a lo mejor, ya se habría quedado sin negocio. ¿Obedece a su jefe? ¿Sí o no? Al final, termina cumpliendo, pero, quizá, no de buena gana.
Y es que hoy en día, en esta sociedad nihilista (de nihil, que en latín significa nada) se han perdido muchísimos valores o, como se les solía llamar, virtudes.
Entre esas virtudes olvidadas se encuentra la virtud de la obediencia. Misma que se puede definir como el hábito de acatar las disposiciones de una autoridad o de algún deber.
Y esta inclinación se puede llevar a todos los ámbitos de la vida social. Por ejemplo, en el plano personal, si somos creyentes y profesamos una religión, sabemos que debemos obedecer a Dios. Y ¿cómo lo obedecemos? Cumpliendo sus mandatos. Si somos menores de edad e incluso, ya en la edad adulta, debemos obedecer a nuestros padres.
Si somos empleados y laboramos, debemos obedecer a nuestros superiores. – ¡Es que todos somos iguales! – En dignidad, sí. Pero, en todos los ámbitos de la vida, tanto vegetativa como sensitiva e intelectiva, hay jerarquías. Tratar de inhibirlas o proscribirlas es inútil.
También, en el ámbito social, es necesario obedecer a las normas de buena conducta y, el desarrollo de otras virtudes como la amabilidad, el respeto, la atención. No se puede vivir muy a gusto, sin pedir las cosas por favor, o agradecer cuando se nos atiende en algo.
¿Y es que la virtud de la obediencia se puede llevar al ámbito político? Claro, a todas las áreas. ¿Debe un gobernante poderoso obedecer? ¡Por supuesto! Primero que nada, debe acatar las leyes que han emanado de la ley natural, misma que rige al ser humano, desde que está en esta tierra y que, no cambia, es la misma para todos.
El gobernante debe obedecer a quienes lo eligieron, siempre y cuando lo que le pidan sea justo y para el bien común. Si alguna disposición se la frena el Poder Judicial o la Cámara de Diputados debe atender la resolución de estos organismos.
Así que, no es tan fácil ignorar esta virtud, sin dejar de romper con el orden moral, familiar, laboral y político y, en gran medida esta crisis de valores que vivimos es debido a la falta de obediencia.
– ¿De qué escribiste hoy? –
– ¿De la virtud de la obediencia? –
– ¿Y qué dijiste? –
– Que debemos obedecer a nuestros superiores –
– ¡Ah, por cierto! ¡Ve a la tienda y tráete unas tortillas –
¡¡¡PLOP!!!
(El autor es jefe del Depto. de Filosofía de la UAG).