Visión Financiera
Sólo hay dos formas de mirar el vaso cuando lleva por dentro exactamente el 50 por ciento del líquido que es capaz de contener. O se le ve medio lleno o se le ve medio vacío. En ese dilema se encuentran los últimos torneos de Oribe Peralta, célebre delantero mexicano que lleva un año en Chivas sin acercarse siquiera al brillo que en buena parte de su carrera tuvo.
Lo más sencillo es ver el vaso del Cepillo medio vacío. Nadie puede culpar a quienes le señalen como uno de los peores refuerzos en la historia contemporánea del Deportivo Guadalajara. En resultados futbolísticos, hay que decirlo: sí lo es. Una verdad de ese tamaño no se puede ocultar, más allá de que la pandemia y el sufrir la enfermedad le hayan impedido competir en semanas recientes. Con los resultados en la mano, a Peralta se le puede poner en el grupo donde aparecen nombres como el de Ángel Reyna o Jared Borgetti.
El 17 de junio de 2019 se anunció la polémica contratación de Oribe, proveniente nada menos que del América. El entonces dirigente rojiblanco, José Luis Higuera, cerró una de las operaciones más cuestionadas por la afición del Rebaño Sagrado, luego de que el atacante viviera muy buenos años con las Águilas. Digamos que el héroe de Londres 2012 era respetado, pero no precisamente querido por la comunidad rojiblanca.
Los estadística es fría. Helada, en realidad. Sólo un gol en Liga y uno en Copa MX desde que llegó a Chivas. Escasos minutos sobre el campo: 680 en Liga, 241 en Copa y 67 con la categoría Sub-20. En total, 988 minutos del Cepillo con la camiseta del Guadalajara. Además, un dato no menor: es el futbolista mejor pagado del actual plantel. La pobreza de sus números facilita el juicio mayoritario: vaso medio vacío.
Oribe Peralta está muy lejos de ser el delantero mexicano dominante que fue durante los últimos años. Atrás quedaron los momentos de gloria. Hoy, su carrera vive una etapa distinta. Aunque nada es imposible en el futbol y él mismo es ejemplo de que todo se puede cuando hay voluntad, lo cierto es que resulta complicado imaginarlo como el héroe que con sus goles lleve al Rebaño Sagrado a la gloria.
Y con todos los argumentos en contra más de alguno dirá: “Es imposible ver el vaso medio lleno”. Pero quizá sí existe una forma… sólo que tardará tiempo en ser valorada. El Cepillo, como ya se ha dicho, asume hoy un rol distinto. Es un ejemplo admirado por muchos jóvenes jugadores dentro de Chivas, que lo vieron hace ocho años, desde sus casas, colgarse la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres.
Precisamente por eso, cuando él habla, los más chavos del plantel callan. Le escuchan (aunque no necesariamente le hagan caso, eso es otra historia). Y hay un tema que toca con insistencia: la disciplina. El Guadalajara tiene en los últimos tres años cero Liguillas y muchos escándalos fuera del terreno de juego. La fama es algo muy difícil de controlar, cuando no se está mentalmente preparado.
Oribe ya lo vivió, ya se equivocó, ya recibió consejos y ahora los transmite. “En muchos clubes les da igual cómo lleguen a Primera División, por eso hay compañeros que se deslumbran con el éxito, se compran coches y hacen un montón de tonterías, porque no hay buenas bases. No les enseñan que primero es lo que te deja, primero es el deporte, la disciplina, el trabajo y después ya vendrá la diversión”, dijo en una entrevista.
Ese mensaje intenta transmitirlo con el propio ejemplo. Platica de sus experiencias con los más jóvenes. Les aconseja cómo salir lo menos raspados posible de un escándalo que pueden evitarse tomando consciencia. Si ya lo escuchan, por qué no pensar que alguno de ellos decida hacerle caso. ¿Cuántas carreras ha visto la historia de este deporte perderse por no saber llevar la vida fuera del campo?
Si el consejo de Oribe Peralta logra que uno, dos, tres o cualquier cantidad de jugadores entiendan lo importante que es la disciplina, en cualquier ámbito de la vida, para triunfar, estaría ayudando incluso a salvar carreras. Y con ello, también contribuiría a cuidar la inversión de Chivas, ¿no? Entonces, el vaso podría verse medio lleno, aunque eso sólo el tiempo lo dirá. Por ahora, no hay duda: aunque esté a la mitad, ese vaso se ve medio vacío…