
La Ahogada, el que la prueba se pica
Cada golpe laceraba. Al pegar, las puntas de plomo se incrustaban en cada latigazo certero. Al jalar, arrancaban piel y carne, provocando un atroz dolor. Así, fueron cientos de latigazos en desgarrador suplicio. No obstante, llevar ya espinas incrustadas en las sienes, que punzaban y ardían, que sangraban y dolían. El líquido rojo y viscoso tapaba la visión. El escupitajo del envalentonado centurión jedía y envenenaba las heridas.
Así, carga la pesada cruz. Sostenla en los hombres punzados, doloridos, ardientes. Llévala ante la muchedumbre jadeante, ávida de sangre, que goza el ver sufrir al inocente y se hinca a lamer los pies de su tirano.
Desfalleciente, insultado, golpeado, sangrante, débil. Sin haber dormido por el interrogatorio del Sanedrín. Había llorado sangre de dolor previamente de imaginar su postrer sufrimiento.
Carga con la cruz, cien kilos. Entre nuevos gritos e insultos. Ya era imposible sostenerse. Se acomiden a ayudarlo. Llega por fin al Monte Calvario. Lo acuestan en el madero. Los clavos lacerantes van incrustándose en sus manos. Se llega a los pies. Los ponen juntos. Gritos desgarradores. Huesos horadaros. Ya clavado. Giran la cruz para amachinar los clavos. Cae sobre su cara haciendo más fatídico su despiadado sufrimiento.
Por fin, lo levantan. ¡El plan de la salvación estaba por cumplirse! Lo que a los ojos del mundo parecía el fracaso más grande, era el éxito más rotundo del bien sobre el mal. La oportunidad de que tú y yo, de que tu padre o tu hijo, tu madre o tu hermana, tu amigo o enemigo, arrepentidos de sus pecados pudieran ir al Cielo.
Una vida después de esta, donde pudieran ser completamente felices por toda la eternidad. Donde ya no habrá dolor, hambre, enfermedad, ira, abandono, guerra, odios. Todo será paz, alegría constante y sin cesar.
Para que pudieras gozar de todo ello, arropado por el amor de Dios eternamente, murió Jesús en la Cruz. Pero, es algo que no comprendemos. Y peor, somos indiferentes.
Por eso, hoy Viernes Santo, reflexionemos sobre lo que se conmemora, la muerte de Cristo, que dio su vida, por el perdón de nuestros pecados. Así que, cada vez que quieras pecar, piensa en lo que un hombre sufrió para que fueras perdonado.