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GUADALAJARA, Jal., 14 de octubre de 2018.- El Papa Francisco presidió la Misa de canonización del Papa Pablo VI, del Arzobispo de San Salvador Monseñor Óscar Romero y de otros cinco nuevos santos este domingo, donde indicó que todos tenían en común que sabían amar a Jesús con absoluta radicalidad.
Así lo señaló el Santo Padre en su homilía, en la que advirtió que Jesús no se conforma con recibir un poco: “Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso”, afirmó.
“También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A Él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la Cruz por nosotros, no podemos responderle sólo con la observancia de algún precepto”, según detalla la Agencia Católica de Informaciones.
“A Él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un ‘porcentaje de amor’: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada”.
El Papa señaló que el Evangelio de este domingo es una invitación a encontrarse con el Señor, a amarle con esa radicalidad, y en concreto lo refleja en el joven “que se le acercó corriendo”.
En este sentido, Francisco invitó a “identificarnos con ese hombre, del que no se dice el nombre en el texto, como para sugerir que puede representar a cada uno de nosotros”.
La conversación que se produce entre ese joven y Jesús es una conversación que se produce en el interior de cada cristiano a lo largo de su vida de fe.
El joven “le pregunta a Jesús cómo heredar la vida eterna. Él pide la vida para siempre, la vida en plenitud: ¿quién de nosotros no la querría? Pero, vemos que la pide como una herencia para poseer, como un bien que hay que obtener, que ha de conquistarse con las propias fuerzas”.
De hecho, “para conseguir este bien ha observado los mandamientos desde la infancia y para lograr el objetivo está dispuesto a observar otros; por esto pregunta: ‘¿Qué debo hacer para heredar?’”.
El Santo Padre explicó que “la respuesta de Jesús desconcierta” a ese joven. “El Señor pone su mirada en él y lo ama. Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total.
Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda, Jesús le propone una historia de amor”.
En concreto, “le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con Él. Y le hace una propuesta de vida ‘tajante’: ‘Vende lo que tienes, dáselo a los pobres (…) y luego ven y sígueme’”. “Jesús también te dice a ti: ‘Ven, sígueme’”, afirmó Francisco dirigiéndose a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro.
Entonces, explicó lo que significan esas dos palabras: “ven” y “sígueme”. “Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo. Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte”.
El Señor tiene una actitud tajante con aquel joven, pero sus palabras no son de reprobación, sino de amor. Jesús le dice: “Vende lo que tienes y dáselo a los pobres”.
El Pontífice subrayó que “el Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a él, único bien”.
“Verdaderamente, no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se convertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y, dice Jesús, dificulta incluso la salvación”.
Dios no es severo, insiste Francisco. “El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar”.
En este sentido, el Papa comparó el corazón humano con un imán que “se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo”.
“Preguntémonos de qué lado estamos. Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para él?”.
Es Jesús el que plantea esas mismas preguntas en el corazón de cada uno de sus hijos.
“Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar? ¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio?”.
En definitiva, “¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo? Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor: dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo”.