Aterrizan en FIL 2024 memorias de Voces por la Paz
MORELIA, Mich., 19 de junio de 2018.- “El chavismo es un fenómeno político difícil de explicar a quien no ha estado en Venezuela, y a quien no lo ha vivido”.
El humorista venezolano, Laureano Márquez, lo expresa así en el documental Chavismo: la peste del siglo 21, que fue concebido con la idea de arrojar dos visiones a la audiencia, entre ellas, precisamente enviar una alerta a las sociedades latinas sobre los personajes semejantes a Hugo Chávez, que pareciera, ahora proliferan.
El director de este audiovisual, el mexicano-venezolano Gustavo Tovar Arroyo, aseguró en entrevista con Quadratín que, aunque ha sido sumamente coyuntural, el detonante para realizar este trabajo no fue político ni histórico, sino personal, tras vivir el asesinato de voluntarios y personas relacionadas a la fundación Humano y Libre, en 2014, de la que era presidente.
No obstante, ha sido publicado en un momento electoral para varios países, como Colombia y México, cuyos candidatos a la presidencia, Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, opina, “sin duda son personajes con características muy similares a Chávez. “Petro admira a Chávez y López Obrador ha manifestado su reconocimiento al ex presidente y a Cuba.
En el caso de este último, su discurso y visión, lamentándolo mucho, tiene muchas analogías, y es inevitable compararlos.
Ambos supuestamente están refundando el país, se erigen como líderes caudillos, encarnan al pueblo, a la moral, ambos plantean soluciones electorales como los referendos permanentes.
Aunque también hay diferencias, eso hay que marcarlo”, esbozó. —¿México vivirá lo mismo que Venezuela?
—“Bueno, aquí están los elementos que distinguen este proceso, compárenlo con los elementos autóctonos, y determinen si hay semejanzas o no. Es un llamado de atención, y sobre todo a la conciencia crítica”.
El proceso para crear Chavismo: la peste del siglo 21, duró dos años y medio. Tovar Arroyo tenía claro lo que quería: hilvanar una historia conectando los testimonios de cada uno de los entrevistados.
Que fuera narrada por ellos, y por Chávez, este último con extractos de sus discursos que, a medida que se avanza en los 90 minutos de relato, se le van notando las costuras de lo contradictorio.
El documental ordena cronológicamente parte de los sucesos en 18 años de chavismo, como si fuera un mosaico de pequeños elementos que se van uniendo, “para desenmascarar frente a la historia el horripilante crimen que ha ocurrido en Venezuela, de manos de Chávez.
Es mi respuesta a la historia, y a estos criminales”, describe Tovar Arroyo como la otra de las visiones del audiovisual.
“Yo no sabía en lo que me estaba metiendo. Soy escritor, no documentalista. Empecé a desarrollar esto y no tenía ni idea de lo que era la posproducción, la edición. Ahí empecé a ver las dimensiones del trabajo que quería hacer”, refirió.
A su documental sí lo cataloga como un hecho que favorece un proceso de cambio para su país, pues, aunque generalmente estos proyectos suelen desarrollarse cuando “el mal ha perecido”, en el caso de Venezuela, es algo que se mantiene.
“Es un ejercicio crítico que sin dudas va a generar mucha consciencia en el mundo para señalar la terrible crisis humanitaria, la crueldad, la miseria que involucra al chavismo, un fenómeno que combina los peores males de la posmodernidad, como el narcotráfico, la corrupción, el nepotismo, la autocracia, el ‘nuevorriquismo’ y el secuestro de las instituciones por un solo hombre”.
De madre moreliana y padre venezolano, Gustavo Tovar asegura que ama Morelia y que se siente michoacano, sin embargo, parte de su crianza en el país del Caribe le hace sentir como uno más de los 2 millones de venezolanos exiliados.
Es por esto que ya planifica, entre otros documentales, uno sobre la diáspora venezolana, pues considera que no existe como tal una memoria descriptiva de la nostalgia y la tristeza, “aunque no punzante, pero sí permanente”, del que vive lejos de su país.
Este trabajo de la emigración vendría a ser una secuela del primer documental.
“Los exiliados somos como encarcelados en barrotes de aire. Nuestra memoria son laceraciones tortuosas que permanecen a diario en nuestro espíritu. Andamos en el exilio como quien anda sonámbulo entre el espectro de idiomas que no son los tuyos, sabores, olores, sensibilidades que no son las tuyas”, apunta.
Pese a que vivir en Venezuela, como afirma, “no es fácil”, refiere que no ha habido una lectura estructural de que el inmigrante también lleva su propia condena, y que, aunque esté viendo grandes horizontes, llenos de oportunidades, “es una condena íntima que uno carga sobre sí”.