Visión Financiera/Georgina Howard
Para los políticos en campaña este julio les parece como la frontera de otro país, de otro México en el que todo estaría definido y ordenado a su placer o a su pesar. Detrás de ellos -cadáveres de la ambición-, quedarán los restos de una demencial campaña encarnizada por obtener el poder. Las tácticas y estrategias de sus respectivos búnkeres habrán calculado sólo los riesgos de anteponer escrúpulos frente a la eficiencia del dinero y las promesas inviables; pero, instalados en el triunfo o el fracaso, los excandidatos, sus equipos de campaña y simpatizantes enajenados no lograrán salir de una sutil y sugerente trampa: el miedo a lo posible.
Queda claro que gane quien gane, pierda quien pierda, seguirá existiendo una sociedad sumamente polarizada y fanatizada. Es decir, ni julio es una frontera ni nos habremos liberado de esta pequeña prisión de superficial fanfarronería política. Esta pequeña mazmorra que fue diseñada para mantenernos intoxicados de pedante superioridad defendiendo a ultranza a nuestro candidato preferido y atacando sin razón a sus opositores.
Hemos caído en un patrón oscuro de insatisfacciones. Y es muy riesgoso.
En el diseño de páginas web, aplicaciones y demás interfaces pantalla-usuario existe una práctica muy cuestionable de mercadotecnia que se denomina precisamente: “patrones oscuros”. Se trata de diseños engañosos que hacen que el usuario elija algo que en realidad nunca deseó, compre bajo condiciones que le fueron encubiertas o entregue su información ‘dios-sabe-dónde’. Pero el que más llama la atención de estos diseños es el llamado “Hotel de cucharachas”. Se trata de lugares donde es muy fácil (y muy atractivo) entrar, pero muy difícil salir. Están inspirados (vaya ironía) en un producto antiplaga: las trampas para cucarachas. El sistema de este producto es sencillo: los insectos entran allí atraídos por algo en su interior y, satisfecha o no su curiosidad, les es imposible salir.
Por desgracia, eso justo es lo que parece que sucede en la sociedad mexicana en estas campañas políticas. Tal cretinismo y furia expresados en medios de comunicación e interacciones sociales sobre los políticos y la política nunca se había experimentado. Ha sido tal es asedio en la siembra de odio, miedo, beligerancia y alarmismo en las redes sociales que algunos usuarios claman por paz en sus muros o historiales. Estos usuarios, pocos por otra parte, son muy probablemente el grueso de votantes indecisos que advierte pequeña esta trampa de odios y fanatismos políticos.
Salir de este patrón oscuro significa pensar que el mejor escenario para las próximas elecciones es que la democracia mexicana pueda mejorarse en sus instituciones y en su confianza, que las búsquedas políticas no se limitan a procesos electorales sino a la vigilancia de las políticas públicas cotidianas, que los derrotados entiendan cómo pueden ser una mejor oposición, que los vencedores involucren indefectiblemente los talentos y las ideas fuera de su círculo de influencias, que la ciudadanía se apasione menos de las elecciones y más de la participación ciudadana.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, escribió en su ‘Révolution’ un potente llamado a salir de estas cárceles oscuras de la política: “Todos debemos salir de nuestros hábitos. El estado, los políticos, los altos funcionarios, los líderes de sindicatos y los cuerpos intermedios. Es nuestra responsabilidad y sería un error robarnos a nosotros mismos para acomodarnos en el statu quo. Estamos acostumbrados a un mundo que nos preocupa. Que realmente no queremos nombrar ni mirar a la cara. Entonces nos quejamos, gemimos. Los dramas están llegando. La desesperación también. El miedo se instala y nosotros lo jugamos. Deseamos cambios, pero sin realmente quererlos”.
El miedo, como estrategia y narrativa para trastocar las emociones del respetable, ha tenido un perverso éxito político y un caótico efecto social. No hay nada peor que el sentimiento de alienación conducido por confusas emociones. Desconfiemos sí, pero también de nuestras filias y nuestras fobias inmediatistas y pasajeras. Por eso me gustan las palabras que Macron usó en la introducción de su plataforma política, creo que inspiran a mirar más allá de procesos electorales cíclicos: “Estoy convencido de que este siglo XXI, en el que finalmente entramos, también está lleno de promesas, cambios que pueden hacernos más felices”.
@monroyfelipe