Visión Financiera/Georgina Howard
El gobierno de Estados Unidos no realizará deportaciones masivas ni utilizará a su ejército para detener a los migrantes indocumentados, dijo la mañana de este jueves en México el secretario de Seguridad Interior, el general John Kelly.
Pero al mismo tiempo, en Washington, el presidente Donald Trump explicó de otra manera la naturaleza de la política estadunidense contra los inmigrantes y contradijo a su subordinado: “estamos sacando fuera del país a los tipos realmente malos.
A un ritmo que nadie ha visto antes. Y son los realmente malos. Y es una operación militar”, dijo. Kelly manifestó que la detención y deportación de los migrantes se ejecutará con legalidad y respeto a los derechos humanos, pero Trump retomó la postura de que la campaña de deportaciones se propone sacar de Estados Unidos a los inmigrantes con antecedentes criminales, categoría en la que la discrecionalidad y la arbitrariedad oficial puede hacer caber a quien quiera, como se vio en las redadas de la semana pasada en varias ciudades de aquel país.
Con el secretario de Estado, Rex Tillerson, el funcionario responsable de llevar a la práctica la persecución de los inmigrantes ilegales y de la construcción del muro fronterizo se esforzó este jueves durante su estancia en México por aparentar suavidad y conciliación, pero el verdadero mensaje del día no fue el suyo, sino el del presidente Donald Trump.
Los hechos desmienten las palabras de John Kelly. Las deportaciones masivas son un objetivo del gobierno estadunidense, si acaso frenadas solamente por la imposibilidad práctica de ejecutarlas conforme a los deseos de la Casa Blanca, y Trump fue muy claro en que la fuerza del ejército sí será empleada para tratar de echar de Estados Unidos a millones de inmigrantes sin papeles de residencia legal.
También resulta desmentido el compromiso del funcionario estadunidense de actuar con respeto a los derechos humanos, pues además de los abusos cometidos por la violencia con que se realizan las detenciones, la política dirigida contra millones de personas constituye por sí misma una violación de derechos universales.
La intención del general Kelly fue matizar la dureza extrema del plan confirmado el martes pasado, que prevé la detención y deportación de cualquier inmigrante indocumentado que pueda ser acusado de algún delito (y cualquiera puede ser acusado), universo en el que sobresalen por su alto número los mexicanos.
Pero esas disposiciones hablan por sí mismas, impulsan y facilitan las deportaciones masivas y ostensiblemente van mucho más allá de lo que quiere hacer creer el secretario de Seguridad Interior. Por si hiciera falta claridad acerca de la posición del gobierno estadunidense, el mismo Donald Trump dijo también, al mismo tiempo que Kelly hablaba aquí, que a él no le importa si la relación con México es buena o no, mientras se alcance su objetivo de eliminar el déficit comercial de 70 mil millones que tiene Estados Unidos con nuestro país.
Como ha sido habitual en las relaciones bilaterales desde que Trump asumió la Presidencia hace un mes, la visita de los dos funcionarios estadunidenses a México se desarrolló en dos planos, el de los convencionalismos diplomáticos y el de los mensajes y manotazos bajo la mesa o por encima de ella.
Por eso a los discursos de Kelly y Tillerson debe sobreponerse el mayor peso del discurso casi simultáneo de Trump. Ese ha sido el juego de la administración de Trump. Según expresiones del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, el del gobierno mexicano ha sido el de la resistencia y, en el futuro, el de la reciprocidad en las agresiones.
La premisa de esta postura es que “el gobierno mexicano no es el que empezó con una lógica de confrontación”, según dijo el canciller a la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados en una reunión privada realizada el miércoles y cuyo contenido fue dado a conocer por la prensa precisamente este jueves.
En una actitud nueva, Videgaray dijo además a los diputados que “si nos ponen un impuesto a las exportaciones mexicanas, les vamos a poner uno a las de ellos, pero además lo vamos a hacer mejor, porque vamos a escoger cuáles les duelen”. No está mal, y ya se verá en qué medida está decidido el gobierno a reaccionar con esa firmeza llegado el caso. La visita del secretario de Estado y del secretario de Seguridad Interior no parece haber cambiado en nada las tensiones abiertas entre México y Estados Unidos con la llegada de Donald Trump al poder.
En cambio, sirvió para confirmar que el nuevo presidente de Estados Unidos está resuelto a consumar todos sus planes, por demenciales o violentos que éstos sean, y que al gobierno mexicano no le queda sino responder con la misma energía, pues si insiste en la tibieza que ha mostrado hasta ahora recibirá las mismas dosis de desprecio que ha recibido en estas semanas.
Adiós a la profesora Cecilia Salas Cecilia Salas Vargas, quien este miércoles murió de cáncer en Acapulco, construyó una fructífera y gratificante carrera magisterial en la Universidad Autónoma de Guerrero. Pese a todo tipo de limitaciones y adversidades, nunca dejó de prepararse académicamente, lo que le atrajo el respeto de estudiantes y colegas.
Se le recuerda más como profesora y directora de la Escuela de Ciencias Sociales, pero antes de ello fue durante algunos años maestra en otros planteles, como la Preparatoria 12 de Tierra Colorada, de la que fue directora en un tiempo de agudas carencias. En esa preparatoria, a finales de los años setenta Cecilia Salas tuvo entre sus alumnos a Florentino Cruz Ramírez, quien al igual que el autor de estas notas sin duda la recordará con cariño y gratitud.