Traza ruta Ramírez Bedolla para exportar limón a Suecia
Por Roy Campos
Publicado en El Economista
Tal vez no se dice pero se huele en el ambiente. México vive posiblemente uno de los momentos más álgidos de su historia, uno que puede definir mucho del futuro de ésta y de las próximas generaciones.
Además de las crisis de seguridad, económica, política, de instituciones y otras con las que estamos lidiando; además del enojo con todos los gobiernos y con los casos de corrupción y de impunidad creciente; además de la polarización que durante años hemos alimentado todos, queriéndolo o no, este año nos encontramos con un gobierno norteamericano abiertamente anti-México, abiertamente proteccionista hacia sus intereses económicos, abiertamente insensible ante temas humanitarios y, por primera vez, al menos para los mexicanos vivos, vemos que no le importa que le vaya mal a México (era común afirmar que Estados Unidos no podía permitir un desplome de su vecino) hoy no lo permite sino que lo impulsa y lo motiva, las medidas tomadas en los primeros días por el nuevo presidente Donald Trump no sólo confirman los temores que generó durante la campaña sino que lo hace de manera grosera y agresiva, su actitud desde la toma de protesta pareció más una declaración de guerra al mundo que una motivación a la unidad.
Las guerras no tienen que ser con armas donde gana el más poderoso, Trump plantea una guerra económica, como si fuera una empresa, todo lo que sirva para que gane más dinero adelante, no le importa si genera pobreza, desempleo o deteriora las condiciones del cualquier otro lugar, y eso lo hace desde la posición de presidente del país más rico y más poderoso, sus premisas bordean en la demagogia y las llena de mentiras fácilmente creídas para sus votantes, los norteamericanos con menos escolaridad y afectados por la crisis económica.
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